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  • Citlali Hernández Castellanos

Oaxaca está a la moda


Si alguno de ustedes ha recorrido las calles del centro histórico de la ciudad de Oaxaca, se dio cuenta que está llena de tiendas con ropa típica de las diferentes regiones del estado, pero a la vez se encontró con otro tipo de tiendas: aquéllas que han modificado los trajes tradicionales para poder venderlos como ropa “casual” o de “gala”; es decir, toman parte de algún bordado o telas hechas en telar tradicional para poder adornar ropa, zapatos, bolsos, e incluso, realizar joyería con toques típicos y tradicionales de los pueblos de Oaxaca.

Si alguno de ustedes conoce a algún oaxaqueño o le ha tocado convivir con los propios del lugar, debió percatarse que existe un uso diario de la ropa tradicional del estado, esto es, que independientemente del lugar donde se resida, existe un apego hacia lo nuestro que se expresa en el uso de los productos típicos.

Sin embargo, desde hace algunos años, esta experiencia de vestir como oaxaqueños se ha modificado poco a poco y no se debe a que hayamos perdido ese sentido de identidad con los diferentes pueblos originarios de nuestro Oaxaca, sino que se ha experimentado un alza en los precios de los diferentes productos tradicionales que no nos permite seguir portando lo que es nuestro.

Resulta que lo “típico o tradicional” se ha puesto de moda. Tengo que ubicar el inicio de este fenómeno en el sexenio del bien recordado Ulises Ruiz Ortiz, cuya esposa, como presidente del DIF estatal, tenía a bien lucir los más elegantes y caros huipiles: en cada uno de los actos en que hacía presencia portaba un traje típico distinto. De la misma forma, Lourdes Salinas de Ruiz estableció que en las dependencias a su cargo, los días viernes, los trabajadores usaran ropa típica.

Desde ese momento, los trabajadores del gobierno estatal se acataron a esta norma que se fue extendiendo a diversas instituciones. A la par, en este sexenio se estableció un plan de gobierno con el cual se dio apoyo al sector comercial y turístico para que a través de ellos se diera el crecimiento económico de Oaxaca; es decir, la política económica en el estado se basó en ofrecer un destino turístico lleno de cultura, paz y pueblos indígenas dispuestos a servir a los turistas nacionales y extranjeros.

Prueba de lo anterior es que durante el gobierno de Ruiz Ortiz, las fiestas del lunes del cerro, en la capital de Oaxaca, fueron incrementadas: se pasó de celebrar sólo una función de la Guelaguetza, a cuatro: dos por cada lunes del cerro. Diremos, pues, que un gobierno priista que no encontró legitimidad en las urnas, comenzó a vestir ropa típica como forma de demostrar su apego a los pueblos de Oaxaca; de la misma manera que centró el crecimiento económico, exaltando el ámbito turístico del que siempre ha gozado el estado.

Así comenzó una época en donde todo lo tradicional mutó para poder ser vendido. Empero, lo anterior trajo dos consecuencias bastante evidentes: la primera de ellas fue el aumento de los precios de la ropa típica en los comercios establecidos; la segunda, la ropa, zapatos y accesorios tradicionales, así como la música, pintura, artesanías y cada una de las expresiones culturales de Oaxaca fueron modificados para poder entrar en el mercado.

Prueba de ello es la marca de ropa Fabiola Calvo, quien, a precios inaccesibles para los propios del lugar, vende ropa estilizada utilizando como base los bordados y telas tradicionales de Oaxaca; o la música de Lila Downs que ha obtenido varios premios importantes dentro del gremio musical a partir de que firmó contrato con disqueras de prestigio, pero utilizando la música y la cultura oaxaqueña como sello personal.

De esta forma, lo tradicional comenzó a aparecer en las pasarelas y a utilizarse como ropa de “gala” en los espectáculos en los que hacían acto de presencia, sobre todo, políticos oaxaqueños, tratando de demostrar que somos iguales, aunque sea en el vestido; aun cuando en nuestras formas de vida exista un abismo.

Lo que los políticos oaxaqueños ignoran es que “[...] siempre las modas son modas de clase, ya que las modas de la clase social superior se diferencian de las de la inferior y son abandonadas en el momento en que ésta comienza a apropiarse aquéllas”. (1)

 

(1) Simmel, Georg. Filosofía de la moda, Madrid, Casimiro,2015, p. 31.

Recapitulemos un poco, ¿por qué los políticos oaxaqueños no usan camisas de manta o un huipil triqui? Si quieren ser vistos como personas del pueblo, deberían también usar los más sencillos vestidos, pero no es así: toman como vestimenta los más caros huipiles, bordados y elegantes telas. Ahora vemos en los anuncios espectaculares a la primera dama, los diputados y otros aspirantes al poder, portando bordados istmeños, complicados bordados de la Costa y del Valle, así como caras vestimentas diseñadas exclusivamente para la ocasión.

No quieren ser vistos como uno más del pueblo; de lo contrario usarían la ropa típica de su región o pueblo de origen, pero no, como clase alta, tiene que diferenciarse del resto de los oaxaqueños pareciendo que somos iguales porque todos utilizamos la ropa típica del estado. Parafraseando a Simmel diré que la moda de los políticos oaxaqueños cumple la función de unir y separar, como cualquier moda.

Pero existe otra cara de este cambio que ha tenido la vestimenta y los accesorios de origen tradicional y es la de ingresar al mercado nacional e internacional. Para ello, los diseñadores oaxaqueños se han servido desde los trajes y las telas más sencillas –hablando solamente desde el punto de vista material ya que cada uno de los trajes tiene un significado inigualable– hasta de los más caros y finos bordados para realizar creaciones casi carnavalescas.

Es decir, es más fácil que un turista compre una blusa o camisa de corte casual con un pequeño bordado istmeño incrustado en la bolsa o en el cuello, a vestir completamente un traje de istmeño o istmeña. Además que este tipo de ropa abarata el costo de producción y aumenta el de las ganancias de los diseñadores; no de los artesanos quienes realizan los bordados o textiles.

Pero volvamos al tema de la moda: es verdad que el hecho de que Lila Downs utilice partes de trajes tradicionales en sus conciertos o que la cantante chilena Mon Laferte haya portado el traje de gala de istmeña en la alfombra roja del festival Viña del Mar (2) para algunos oaxaqueños ha significado una forma de hacerle justicia a la cultura de los pueblos originarios que ha sido negada desde la conquista, pero no podemos dejar de lado que como artistas relacionadas con la mercadotecnia, están haciendo uso de lo exótico como forma de expresar su individualidad y crear una tendencia que les permita seguir manteniendo a sus seguidores interesados en ellas.

 

(2) El Universal, “Mon Laferte defiende traje de tehuana que portó en alfombra roja” en: http://www.eluniversal.com.mx/ articulo/espectaculos/musica/2017/02/19/mon-laferte-defiendetraje- de-tehuana-que-porto-en-alfombra. [Consultado el 11 de junio de 2017].

Lo mismo sucede con la tend