top of page
  • Jesús Eduardo Alvarado Ruíz

La moda de YouTube analizada desde la sociología del poder


Photo by Tony Reid on Unsplash

Sobre la vida virtual en general

En la actualidad, la vida social creada a partir de las redes sociales es una constante, lo cual, en realidad no parece nada extraño, sobre todo cuando en México, cerca del 57.4 por ciento de la población de seis años o más es usuaria de internet (1) y, siendo que la población total de México, hasta 2015, era de 119 millones (2), por simple regla de tres, nos arroja que 68,306,000 personas son usuarios de internet.

 

(1) Dato extraído de: http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/ 2016/internet2016_0.pdf [Consultado el 6 de junio de 2017]. (2) Dato extraído de http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/mujeresyhombres.aspx?tema=P [Consultado el 6 de junio de 2017].

Además, a los números anteriores tendríamos que agregar el contexto de violencia, terror y militarismo que impera en el país y el resultado será que recientemente las personas prefieren más y más entablar relaciones intersubjetivas a partir de las redes sociales, ya que tanto el espacio público se ha reducido considerablemente así como los espacios culturales y recreativos han dejado de ser poco a poco opciones viables para entablar dichas relaciones.

Es decir, actualmente la gente tiene demasiado miedo –con fuertes variaciones según la zona geográfica– como para salir a conocer personas con gustos e intereses afines, ya que una ida al bar, al cine o a cualquier espacio parecido puede convertirse rápidamente en un desagradable encuentro con el fuego cruzado del narcotráfico; en una desaparición forzada, un asesinato, una violación o con los desastrosos resultados de encontrarse con el terrorismo de Estado, producto de la militarización del país: existe, pues, un riesgo importante de convertirse en una estadística más o de encontrarse con una bala perdida.

Con lo anterior no pretendo decir que la interacción social en internet esté libre de riesgos, o que sea completamente segura, pero de alguna manera, las redes sociales se han convertido en rutas mediante las cuales se van tejiendo caminos de “familiaridad”, entendiendo como "familiaridad”, que las relaciones que el sujeto vaya entablando le van siendo cada vez menos extrañas hasta el punto de generar confianza en esas relaciones aunque a esas personas sólo las haya visto unas cuantas veces en la vida real, entendiendo además, que las redes sociales (más bien, los perfiles de redes sociales) son extensiones o construcciones de los otros; de sus personas.

Photo by Stephen Petrey on Unsplash

Por lo que una vez que esos lazos de “familiaridad” se han hecho lo suficientemente sólidos, es decir, las personas externas han demostrado suficiente confianza, casi siempre mediante la aceptación colectiva de tal figura –como los llamados influencers– pero también mediante el empalme de formas de vida (gustos, hobbies, intereses, actividades) y formas de pensamiento (ideología, conocimiento, cultura) para los casos de aceptación de personas completamente desconocidas, el paso del mundo digital (redes sociales) al mundo real (construcción de espacios físicos) es de alguna manera completamente natural, por lo que no estamos diciendo jamás que la creación de interacciones sociales a partir de las redes sociales, de manera alguna reemplace la construcción de interacciones sociales en el espacio físico.

Pareciera ser, entonces, que el fin de las redes sociales es el de entablar relaciones sociales reales entre los sujetos y si éstas ya existiesen, su tarea sería la de reforzar dichas relaciones sociales: por tanto, las interacciones sociales virtuales, si bien no son físicas o concretas, sí son reales.

¿Por qué escoger YouTube como fenómeno específico para analizar desde el poder?

Existe una multitud enorme y vasta de formas en las que podemos analizar las redes sociales desde el poder. Actualmente la que parece ser la más discutida responde a las maneras en las que a partir de las redes sociales se han podido articular posiciones (ideológicas o políticas) contra-hegemónicas al poder establecido –está el caso por excelencia de la primavera árabe– al más puro estilo de uno de los planteamientos más famosos de Foucault: “Donde hay poder, hay resistencia al poder”.

Y así, procesos de medios independientes que existen sólo en las redes sociales, foros de discusión política y un sinfín de ejemplos se unen a dicho análisis. Sin embargo, para el que se plantea aquí, no pretendemos centrarnos en la acción política más palpable dentro de las redes sociales (lo que se conoce como “análisis de correlación de fuerzas”, entre un poder hegemónico y otro) sino más bien, buscamos centrarlo en algo mucho más cotidiano, es decir, partiendo del supuesto de que la posibilidad de decisión del sujeto de entablar una u otra interacción social se ha empoderado a partir del uso de las redes sociales; en otras palabras, el análisis parte del hecho de que el sujeto tiene mayor poder de elegir con quién (o con qué) interactuar a partir de la existencia de las redes sociales.

Photo by Kev Costello on Unsplash

Anterior a la era digital que vivimos, si volteamos a ver la vida de nuestros padres o de nuestros abuelos, la posibilidad de elegir con quién o con qué interactuar que ellos tenían, resultaba comparablemente muy pequeña a la que nosotros tenemos actualmente: ellos consumían lo que pasaba en la radio, televisión y medios impresos de manera cotidiana, pero además, de manera controlada.

Es decir, los contenidos a los que tenían acceso pasaban antes por un filtro, ya fuera éste moral, cultural o ideológico –quizás de hecho, los tres– y además los contenidos ya preestablecidos por un horario no se encontraban al alcance las 24 horas del día lo cual originaba formas específicas de modos de vida donde, por ejemplo, existía una hora específica en la cual toda la familia se reunía para ver el programa de moda; todos los desayunos incluían un fondo donde sonara la radio a un volumen que permitiera la charla; e, incluso, el estereotipo de un joven o niño que reparte periódicos en todas las casas es producto de las formas de vida que existían previo al Internet y las redes sociales.

Por otra parte, la posibilidad de seleccionar personas para interactuar también era en extremo reducida, sobre todo, debido al factor geográfico; es decir: nuestros padres y abuelos sólo podían interactuar con un número de personas que pudieran vivir su cotidianidad en las cercanías del trabajo, del hogar y de los lugares de esparcimiento –por decir algunos– que nuestros padres y abuelos pudieran frecuentar, cuando actualmente, no hay un límite geográfico para lograr interactuar con un número gigantesco de personas a causa del Internet en general y de las redes sociales en particular.

Todo lo anterior demuestra entonces que de alguna manera, la gran apertura de decisión que pueden obtener en la actualidad los sujetos sobre qué tipo de relaciones establecer y cuáles van a ser sus contenidos, es resultado del poder (empoderamiento) que Internet, en general, y las redes sociales, en particular, proporcionan cada vez más a los sujetos. Pero en todo ese análisis, ¿dónde podría entrar la moda?

Pues si nosotros entendemos que la moda es aquella elección común (y por tanto, todo lo elegible es susceptible de convertirse en moda) entre un número a veces determinado y a veces indeterminado de sujetos, a la vez que construye comunidad entre los sujetos, les otorga identidad individual, esto es, que a la vez que asemeja, también distingue.

Lo anterior es realmente importante ya que de alguna manera nos permite metodológicamente localizar ciertos puntos focales o modales, es decir, lo que se convierte en moda –por así decirlo, donde se agrupan los fenómenos– nos permite conocer puntos específicos con los cuales desarrollaremos un estudio concreto.

Por ello, las redes sociales en particular terminan por constituirse como moda –como puntos focales– dentro del amplio espectro del Internet. Dentro de las redes sociales más usadas en nuestro país, YouTube tiene las características más favorables para realizar este análisis ya que nos permite conocer con mucha exactitud la posibilidad de elección de los sujetos en cuanto con qué o con quién interactuar y los contenidos de la misma.

Photo by Mint Owl on Unsplash

El caso de YouTube

YouTube es una red social que existe desde febrero de 2005 la cual permite ver, subir, bajar y compartir contenidos audiovisuales a partir de la creación de “un canal”.(3) Éste, a diferencia de un canal de televisión, permite la retroalimentación de lo que se comparte, mediante la calificación o descalificación ya que existen botones específicos de “me gusta” y “no me gusta” para calificar la interacción que percibió el sujeto acerca de lo que acaba de ver en dicho sitio, pero además, también mediante la acción de comentar, donde los sujetos pueden expresar de manera mucho más precisa cómo es que percibieron dicha interacción.

(3) Referencia que me parece tomada inmediatamente del “canal” de televisión, ya que son justo los canales de YouTube los que generan el contenido del mismo.

Este comentario puede ser superficial o sumamente profundo, convirtiendo así los perfiles o “canales” de YouTube en extensiones de los sujetos para entablar interacciones sociales. Al mismo tiempo, los canales presentan una forma ágil de encontrar las elecciones que hace el sujeto a partir de las suscripciones, pero una suscripción a un canal de YouTube se parece más a las suscripciones de las revistas que a la suscripción a los paquetes de canales televisivos –lo que se le conoce como televisión por cable– ya que el suscribirte a un canal de YouTube casi siempre significa suscribirte a un solo tipo de contenido.

No a un conjunto de contenidos, pero con la gran diferencia de que esta suscripción es totalmente gratis, además de que el acceso a estos contenidos puede ser las 24 horas del día y no hay una hora específica para disfrutar de tal o cual interacción dada a partir de un contenido de este sitio; todo lo anterior es resultado del empoderamiento –de ejercer el poder de decidir– que YouTube ha puesto sobre los sujetos para elegir cuándo y cómo quieren consumir esos contenidos y con quién y cómo quieren interactuar a partir de los mismos.

Es a partir de este análisis que la moda de YouTube deja de parecer algo fortuito y producto de la locura juvenil de los llamados millennials y empieza a parecer un problema de orden sociológico, ya que si la gran mayoría de usuarios se ha volcado a usar de manera cotidiana esta red social, no sólo se debe a que decidieron seguir al cauce de lo socialmente dictado, sino a que en el fondo se abrió la posibilidad de escoger con quién, con qué, cuándo y cómo interactuar, además de los contenidos de esta interacción.

Otro factor muy importante para el éxito o la moda de YouTube reside en que éste logra construir comunidades (ya sean éstas grupos de “canales” o grupos de seguidores); que a la vez que se construyen a partir de lo común entre sujetos e individuos diversos –llegando en ocasiones a ser millones–, también los diferencia de otras comunidades: función indispensable de la moda como parte de la producción cultural humana.

Y es que cuando hablamos de “comunidades” dentro de la red social de YouTube, estamos hablando de verdaderos monstruos en cuanto a lo cuantitativo se refiere, ya que una vez que los sujetos en México acceden al sitio, tienen la posibilidad de conectarse con varios millones de personas alrededor del mundo donde el lenguaje parece ser la única limitante –la cual parece ser que día con día se va socavando más y más con múltiples aplicaciones y traductores– pero al ser nuestro país de habla hispana, existe un campo extensísimo para interactuar en YouTube.

Estas comunidades son de los más variados contenidos; por ejemplo: se puede encontrar todo acerca de la cultura popular; comunidades para libros y novelas de grandes sagas literarias; comunidades para la gente que gusta de leer comics; comunidades para analizar y discutir sobre cine...

Y es que también existen comunidades para todo lo que a arte se refiere: para la música, la pintura, el dibujo, el baile y que, además, poseen también comunidades más específicas aún, como en la música, que existen comunidades específicas para música clásica, para música electrónica, para hip hop, para rap, para metal, para jazz, para blues y básicamente para los subgéneros más extendidos de la música.

Pero dichas comunidades no paran ahí, por lo que no sólo existen comunidades relacionadas con las discusiones y análisis de unos cuantos que tienen conocimiento o acercamiento a contenidos específicos; sino también comunidades que podríamos decir retratan de alguna manera la cotidianidad de las personas e incluso se trasmiten y comparten saberes...

Por ejemplo, también existen comunidades específicas para aprender a cocinar; a preparar bebidas; a reparar casi cualquier aparato del hogar; aprender a manejar; saber sobre un lugar específico; aprender a andar en moto, bicicleta, patines o patineta; hacer algún tipo de ejercicio; mejorar el rendimiento deportivo; en deportes específicos y realmente muchísimas comunidades construidas a partir de la interacción en esta red social; y más aún, casi siempre estas comunidades pasan del mundo del YouTube al mundo real mediante encuentros, convivencias y demás congregaciones.

Sin embargo, a pesar de lo dicho anteriormente, dentro de YouTube existe una dualidad de poderes en cuanto a lo permitido y lo no permitido, es decir, siendo las redes sociales un producto del capitalismo, al mismo tiempo que ofrecen un fuerte empoderamiento para los sujetos, también se pueden traducir en fuertes formas de control social.

En el caso concreto de YouTube, lo viral o la viralización que es básicamente el video o los videos que están de moda y que suelen generar conmoción social durante varios días e incluso semanas, parece ser de alguna manera una forma de control social ya que poseen la característica de ser casi siempre contenidos considerados banales en el sentido de que no aportan mucho a las interacciones sociales por su naturaleza efímera, además de que casi no aportan conocimiento –en el sentido más cotidiano– o reflexión.

Así, la característica más importante que me lleva a pensar que lo viral es una forma de control social específica reside en el hecho de que existen dos formas de viralización: por una parte, lo socialmente aceptado o lo que es, como decíamos más arriba, “efímero” y “banal”; y por otra parte, lo socialmente no aceptado o lo que transgrede de alguna manera cualquier esfera del sistema.

No obstante, cualquiera de las dos formas busca generar una forma de conciencia específica en los sujetos, pero con la diferencia de que para la primera se busca generar una forma de conciencia de que eso de alguna manera es “bueno”, “agradable” o “verdadero”, mientras que para la segunda se busca generar una conciencia colectiva de que eso es “malo”, “desagradable” o “falso”, criminalizando socialmente de algún modo ese tipo de contenido.

Para finalizar este breve análisis de las redes sociales, me gustaría comentar que este fenómeno viene a colocarse como una categoría cada vez más recurrente dentro de las ciencias sociales, por lo que el cometido último de este artículo no pretende ser la expresión de ideas absolutas en torno al tema, sino más bien viene a ser una invitación a la reflexión sobre estos fenómenos desde una postura seria, ya que corresponde a los científicos sociales construir paradigmas verdaderamente científicos –ni positivistas, ni posmodernistas– para analizar la cambiante realidadde nuestros días.

Egresado de la licenciatura en Sociología de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Contacto: eltuff25e@gmail.com

 

bottom of page