- Javier Cadena Cárdenas
Hegele que no es cierto

UNO
Buenas tardes.
Muchas gracias por acompañarnos en este extraordinario escenario, y dentro de un no menos magnífico evento: la edición 41 de la Feria Internacional del Libro de Minería, que organiza la Facultad de Ingeniería de nuestra Máxima Casa de Estudios. Qué bueno que están aquí, siendo domingo, tres de la tarde. Se los pondero enormemente.
Gracias doctora Elisa Guadalupe Cuevas Landero, por invitarme a acompañarte en la presentación de tu libro Hegel: la necesidad de una teoría sintética, que la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán -tu alma mater- ha publicado de manera digital.
Por cierto, dentro de unos días –el 6 de marzo para ser precisos- la FES Acatlán estará cumpliendo 45 años de que sus entonces incipientes instalaciones fueron inauguradas como Escuela Nacional de Estudios Profesionales -ENEP-. ¡Felicidades!
Y enhorabuena a ti doctora Cuevas que como alumna y académica has estado presente en la historia de esta gran institución.
Y Fernanda Iturbide Serdio, gracias por tu presentación y moderación.
Antes de continuar quiero solicitarles que me disculpen porque leeré, pero es que -se los confieso- si escribo y leo mal, pues improviso peor, así que mejor no nos arriesgamos.
DOS
Les comparto que como si fuese un acto de serendipia o de simple casualidad o coincidencia o marcado por el destino o por un juego dialéctico, el día que la doctora Cuevas me honró con su invitación a acompañarla en la presentación de su libro sobre Hegel, yo estaba inmerso en el radicalismo leyendo a una militante feminista más radical aún, quien desde una perspectiva de izquierda me invitaba a escupirle precisamente a Hegel. Sí, a Hegel.
Entonces, al recibir la invitación de la doctora Cuevas lo primero que se me vino a la mente fue el título de ese extraordinario texto de Foster Wallace: La broma infinita. Pero en este caso –pensé- debe ser una broma de corte dialéctico. Pero no de la doctora Cuevas, sino de la vida misma.

Y es que miren –o escuchen, más bien-, por un lado Carla Lonzi a través de su libro Escupamos a Hegel y otros escritos me invitaba a desprender de mi conciencia y de mi poco conocimiento lo que este autor escribió de las mujeres y sobre la relación dialéctica esclavo–amo que se presenta entre los seres humanos. Así como a escupir sobre su pensamiento.
Pero no sólo me invitaba a hacer a un lado a Hegel, sino también a Marx, porque -me decía- los dos filosofaron a partir de una perspectiva patriarcal, y por ello en sus escritos las mujeres siempre están relegadas y supeditadas al hombre, y su liberación sujeta a la lucha de clases.
Además, para ella y su grupo -Rivolta Femminile- los pensadores son los “responsables de las grandes humillaciones que nos ha impuesto el mundo patriarcal…: ellos son -siguió diciéndome- quienes han mantenido el principio de la mujer como accesorio para la reproducción de la humanidad… Ellos han justificado en la metafísica lo que en la vida de la mujer había de injusto y atroz”.
Y me afirmaba que fue Hegel quien “con mayor insidia que cualquier otro ha racionalizado el poder patriarcal”. Y de inmediato me recordaba que ese autor acuñó aquello del “principio divino femenino”, que preside a la familia, en contraposición del “principio humano masculino”, ubicado en la comunidad. Y en este preciso momento es en donde me decía -bueno, la verdad es que yo lo leía en ese texto que está cumpliendo medio siglo de haber sido publicado en Italia-: “Escupamos a Hegel”.
En esas estaba cuando la doctora Cuevas me invitó a presentar su libro sobre Hegel y la crítica que Marx le hace a su obra, texto escrito no para expulsarlos del pensamiento, ni mucho menos para escupirles, sino para analizarlos y unificarlos en una teoría sintética.
¡Qué gran reto!, me dije. Y no cualquiera, reforcé. Sino uno dialéctico: o le escupo a Hegel, o lo revaloro. Me convencí y de inmediato acepté. Y ahorita te digo doctora Cuevas: gracias por ofrecerme la oportunidad de enfrentar este reto.

TRES
Antes de exponerles mi visión sobre el libro que nos congrega, permítanme comentar que a la doctora Cuevas le fascina tener como objeto de investigación y de estudio a personajes que histórica y académicamente son enormes, ricos, unos gigantes difícilmente superables, pero que, en el presente, y a pesar de ser muy actuales, políticamente no son muy correctos que digamos. Y no lo hace por esnobismo, ni para llamar la atención. Lo hace para invitar a revisar la vida y obra de estos personajes. Primero fue su libro de Santa Anna, y ahora el de Hegel.
Respecto a Santa Anna y sobre la actualidad que representaría un análisis serio de sus acciones, con facilidad lo podemos traer a colación y relacionarlo con lo que sucede en Estados Unidos en el tema de la migración, mismo que se ha agudizado debido a la política de su actual presidente a quien se le han olvidado dos aspectos: 1.- que su país está lleno de migrantes; y, 2.- que una gran parte de su territorio antes fue mexicano…, y para algunos lo sigue siendo, como lo plantea la doctora Cuevas en su libro Pérdida de Texas: la versión no contada (1825-1835).
Y es que después de leer este texto uno llega a dos conclusiones: 1.- que Texas es territorio mexicano, por lo cual los ilegales son los angloestadounidenses que ahí viven; y 2.- que Santa Anna no vendió Texas por 15 millones de dólares –como todo el mundo cree-, sino que simplemente oficializó una situación ya existente.
Pérdida de Texas es un gran libro que muestra con erudición la invasión de Texas por parte de los angloamericanos, aún antes de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848, mediante el cual se formalizó la pérdida de casi la mitad del territorio mexicano a favor de aquel país.
Lee también: Comentario de: Pérdida de Texas: la versión no contada (1825-1835)
Además presenta un aspecto de la historia nacional que aún hoy en día hiere la sensibilidad de muchos mexicanos: la actitud de Santa Anna ante este hecho, misma que para estos mexicanos fue una traición para con la patria, perpetrada cuando precisamente apenas se estaba construyendo la patria.
Y escribe unas líneas que con un poco de conciencia se tendrían que valorar en su justa dimensión y convertirse en el inicio de un debate que redunde en acciones orientadas a corregir lo descrito. La doctora Cuevas anota: “… los angloestadounidenses (… desde entonces son los ilegales establecidos en las tierras que pertenecían a los pobladores originarios y que los filibusteros angloestadounidenses les robaron a quienes hoy califican, desacertadamente como ilegales cuando los dueños originarios de esas tierras son los mexicanos)”.
Sobre la actuación de este caudillo de caudillos -como Enrique Krauze lo llama-, la doctora Cuevas dice en las últimas líneas de su texto: “Es por eso que sostenemos que la figura de Antonio López de Santa Anna tiene que dejar de usarse como una figura oprobiosa para reducir la explicación de la aprobación ilegal e ilegítima de los angloestadounidenses, porque con ese uso sólo aminoramos y legitimamos el acto invasor de EEUU”.
Duras pero atinadas estas palabras, mismas que permiten afirmar que este libro se distingue de aquellos que están de moda y que pretenden rescatar con añeja añoranza neoconservadora a Iturbide, a Maximiliano y a Porfirio Díaz, porque la autora en ningún instante intenta exculpar a este seductor de la patria -como lo describe Enrique Serna-, de sus errores, ni mucho menos transformarlo de ser humano de carne y hueso, a uno cercano a los dioses.
CUATRO
Con certeza les ha extrañado que me extendiera hablando del an