- Ernesto Cayetano Sotelo Galicia
Dostoievski: La ruptura entre el hombre y la naturaleza.

Las críticas al hombre moderno en la literatura de Dostoievski son abundantes dentro de su cosmos estético, las cuales transitan en una visión idealizada de una sociedad igualitaria y reconciliada en un moral consagrada por la razón; hasta la visión más desenfadada del hombre moderno, insatisfecho con el mundo y por consiguiente consigo mismo. Podemos encontrar en su literatura, un último vestigio humano que se aferra a conservar una empatía por el mundo, pero una vez que lo ha perdido no sólo ha perdido empatía por el mundo, sino por sí mismo; es decir, el mundo ya no tiene más que darle, sino sufrimiento: un sufrimiento que lo sublima y se convierte en una última voluntad que arroga contra un mundo que ya no tiene nada que darle.
Entonces, cabe preguntarnos, ¿cómo es que el hombre para perderse a sí mismo pierde el vínculo con el mundo? En su obra, Crimen y castigo encontramos a Raskólnikov, su personaje protagónico que desdeña al mundo, y su venganza contra el mundo, es precisamente su aislamiento, porque no encuentra nada en el mundo que pueda tener un valor para él. De modo que, rehúye de todo y al pasar día con día sólo aumenta su desdén por la vida, que lentamente parece convertirse en una especie de voluntad que lo impulsa a legitimar sus acciones y observaciones de la vacuidad en la sociedad; empero, existe un momento en que siente empatía por un ser vivo, ése ser vivo se le presenta por medio de un sueño: un caballo que es azotado por su amo, sin la más mínima piedad para el gozo del amo y el deleite de sus invitados.
La respuesta de Raskólnikov es actuar con compasión sobre el pobre animal, tratando de oponerse a ello; y, sin conseguirlo, despierta contrariado por ello, no porque le sorprenda la idea de albergar aun empatía en sí mismo, sino por la crueldad del hombre y el cómo el hombre se siente amo de la naturaleza misma. Este pasaje nos enmarca, no sólo la ruptura del hombre con la naturaleza sino consigo mismo; por lo cual, el hombre ya no se nutre de la naturaleza misma para comprenderse a sí mismo, sino se sirve de la naturaleza para elevarse sobre ella.
Aquí encontramos un punto nodal del desencantamiento del mundo por parte del hombre moderno, a la naturaleza no se le considera un ser vivo que contiene su propia voluntad, ni mucho menos que dicha voluntad esté arraigada en la naturaleza del hombre y que tenga algún sentido para la naturaleza humana. Por consiguiente, la bastedad del hombre se encuentra en sí misma y nada tiene que ver con la naturaleza que le es extraña; mostrando un alejamiento del idealismo alemán representado por el Friedrich Hölderlin, quien encontró en la naturaleza misma la elevación del hombre, esto lo podemos apreciar de mejor manera en su poema Vida más elevada, en los siguientes versos:
El esplendor de la Naturaleza embellece sus días, Otórgale su espíritu nuevas vestiduras En su interior, y así contempla la verdad, Y el más alto sentido, y las más singulares preguntas.
Puede así el hombre conocer entonces el sentido de la vida, Nombrar su meta lo más alto, lo más elevado, Saber que uno es el sentido de la humanidad y de la vida, Considerar que el más alto sentido es la más noble vida[1].
[1] Friedrich, Hölderlin. Poemas de la locura.

El poeta encuentra que el ser mismo del hombre se impregnaba de la vitalidad de la naturaleza, entendiéndola como una fuerza vital transformada en voluntad para alcanzar nuevas alturas, que lo llevara a conocer el Espíritu del hombre; y, sólo así teniéndola -como compañera a la naturaleza-, cobra sentido su existencia. Empero Hölderlin, nos habla de que en algún momento el hombre llegara a la autosuficiencia, una vez que la naturaleza ha mediado para que el hombre se conozca a sí mismo; en sus versos de Los hombres, lo expresa así:
Cuando se nutre el hombre de sí mismo y el porvenir contempla, Es como cuando un día de otros días se diferencia, Y excelso se inclina el hombre hacia ese porvenir, Alejado de la Naturaleza y sin envidia[2].
[2] Ibid.
En cambio, el hombre moderno se ha pervertido y quiere corregir a la naturaleza misma, el hombre ya no encuentra en ella su destino, sino sobre ella encuentra su devenir en el mundo. Por ello mismo, Raskólnikov encuentra esta tarea, a través de un diálogo con uno de los personajes sobre matar a Aliona Ivanova, quien representa la mezquindad en el mundo:
–¡Eh, amigo! A la naturaleza se le rectifica y se le orienta, sin ello, no tendríamos más remedio que hundirnos en los prejuicios. Sin ellos, no habría ningún gran hombre, ni uno, Se dice: El deber de la conciencia...[3]
[3] Fiódor, Dostoievski. Crimen y castigo (Barcelona: Círculo de Lectores) 40.

Una vez corregida la naturaleza se corrige la injusticia del mundo, esa idea se impregna en Raskólnikov. De modo, que no importa si para corregir a la naturaleza se tiene que cometer un crimen, pero el crimen no debe ser considerado como tal, ya que el hombre lo ha hecho por un bien supremo, un bien que restablece el cauce natural de las cosas, por lo menos es lo que se dice Raskólnikov.
El mismo protagonista, se ve como un Napoleón en potencia, que para expandir los ideales de libertad y de justicia habría que imponerlos a través de la fuerza. Esta corrección de la naturaleza, a cualquier costo, es un elemento nodal en la literatura Moderna. El Fausto de Goethe, nos muestra el deseo de alcanzar una vida más elevada a través del conocimiento, sólo que éste sabio nos muestra una fase anterior del hombre moderno, aún está en proceso de búsqueda de nuevos derroteros.

Aunque ambos autores exploran similares preocupaciones, las perspectivas del envilecimiento del hombre moderno son distintas, no sólo en el desarrollo de los personajes, sino también en la fase del desgaste de los ideales modernos. En Fausto, todavía encontramos el ímpetu por el conocimiento y el deseo de encontrar una vida elevada del ser mediante él mismo, y a su vez, nos comienza a dar muestras del cansancio del conocimiento por el conocimiento mismo; es decir, el propio Fausto deja de sentir una satisfacción en la búsqueda del conocimiento y desea la muerte.
Es con la aparición de Mefistófeles, que se le plantea la idea de encontrar el sentido de su existencia entregándose a los placeres mundanos. En tanto, la contraparte que se niega a ser un hedonista y consagra su existencia a la razón, es su discípulo Wagner; el cual simboliza el dominio de la naturaleza por medio de las ciencias, es así que el hombre puede crear al hombre suprimiendo lo sensual, y con ello, pretende alcanzar nuevas alturas en la figura de Homúnculo; de manera que, este personaje es resultado del progreso de ciencia y la erección de la Razón sobre todas las cosas, y para conseguirlo se suprime la naturaleza misma[4].
[4] Johan, W. Goethe. Fausto (México: Porrúa, 2018)
En cambio, Raskólnikov sublima su miseria y se regodea en ella, y sólo en ella, puede encontrar una respuesta sobre el camino que ha de recorrer para que de nueva cuenta su vida recobre el sentido. En este punto, Dostoievski realiza una severa crítica al papel que desempeña la razón y cómo se relaciona con la moral. De tal manera, que cuestiona el idealismo del propio Kant, quién planteó que la razón libera al hombre de la animalidad; y, una vez que lo consigue, se constituye una libertad de la cual desarrolla una conciencia sobre la misma; y ésta última, no es otra cosa que la manifestación de la ley moral, que tienen como efecto la búsqueda del Bien supremo. Por lo tanto, del hombre emerge una voluntad por lo naturalmente bueno, así como también la condición de su posibilidad debe descansar simplemente en fundamentos de conocimientos a priori[5].