- Teresa Carreón Granados
Feminicidio en México: una visión crítica

I
El asesinato sistemático de mujeres, así como el incremento en la exhibición de la crueldad con la que se les asesina, normalizan el fenómeno restándole sensibilidad y tratamiento social al problema. La instalación de la violencia feminicida en el escenario cotidiano, como expresión extrema, eleva el umbral de las violencias cometidas contra las mujeres, que amedrenta y desvaloriza sus vidas, de tal manera que la desaparición forzada de niñas y adolescentes, las violaciones, la tortura, explotación sexual y laboral, el acoso callejero y la generalización de las violencias machistas, se reproducen y justifican con pasmosa naturalidad en el mismo círculo de impunidad.
Los conceptos que nombran y visibilizan la muerte violenta de las mujeres han sido elaborados, compartidos o debatidos por académicas y activistas en trabajos sistemáticos y con base en observaciones minuciosas que develan la forma en que ocurre la construcción de la mujer sin derechos, el cuerpo de la mujer como objeto de violación o abuso, la elaboración de leyes o reformas legales y políticas para producir y reproducir la cosificación de las mujeres, y la perpetuación de decisiones afincadas en unas relaciones de género asimétricas, colmadas de desigualdades y estereotipos en detrimento de las mujeres.
Esos debates han mostrado los alcances cotidianos de la impunidad, efecto ocasionado por el feminicidio analizado en México por Marcela Lagarde (Lagarde, 2005) y Julia Monárrez (Monárrez, 2010), al considerar la negligencia de las autoridades y la violencia institucional ejercida para obstaculizar el acceso de las mujeres a la justicia. Así, ha quedado de manifiesto que el Estado es incapaz de garantizar la vida de las mujeres, incluso de acoger los principios del derecho internacional.
Marcela Lagarde (izquierda) y Julia Monárrez (derecha)
Las mujeres feministas de América Latina, interesadas en aclarar las muertes violentas de mujeres para cada país, han procurado su tipificación como una conducta delictiva específica, y lo han hecho con la certeza de poder enfrentar a la crítica jurídica centrada en el cumplimiento de la legalidad. Por ello, el hecho de que las mujeres hayan sido violentadas o asesinadas, de acuerdo a los resultados conceptuales de las indagaciones feministas, se conoce como feminicidio, una denominación género-específica con la cual la lucha por los derechos humanos de las mujeres se acentúa con la meta de su penalización porque el feminicidio transparenta la degradación y la deshumanización que tienen los cuerpos de las mujeres asesinadas por la violencia ejercida en contra de ellas por simplemente ser mujeres.
Por su parte, la ausencia de programas estatales que garanticen la libertad y la vida a las mujeres; la falta de acciones centradas en la prevención, atención y garantía de los derechos para las mujeres que han vivido de manera reiterada situaciones de violencia de género, y la negligencia institucional para investigar cada caso e imponer penas de acuerdo con la gravedad de los hechos y sus circunstancias de género, pueden anotarse como las causas que dan origen al problema analizado, porque la conjugación entre hechos y circunstancias de género, junto a los antecedentes misóginos del agente, permiten comprender la dinámica de la violación de los derechos humanos de las mujeres, principalmente el derecho a vivir sin violencias.
Así, las acciones que se siguieron se han circunscrito en hacer accesible el conocimiento del hecho de que, si bien el medio de la agresión es sexual, su finalidad no es de orden sexual sino de exterminio o eliminación dirigida a una categoría o género (genus) de personas; y fundamentar su ‘impersonalidad’, es decir, si se logra distinguir su dimensión subjetiva en términos de una intención genérica y no personalizable, tanto con relación a los móviles del agresor, como a la relación entre éste y su víctima. Fundamentar su ‘impersonalidad’ implica desarrollar una estrategia retórica que convenza a jueces, fiscales y público de que los feminicidios son crímenes contra un genus, contra el género.
Entonces, para explicar el feminicidio es necesaria la visión feminista como una herramienta fundamental para entender la violencia de género, porque problematiza la ubicación del cuerpo femenino como sitio privilegiado de la dominación masculina, desenmascara el carácter patriarcal de los pactos sociales, identifica la violencia contenida en el lenguaje y en el orden simbólico, y cuestiona la división dicotómica del espacio en público y privado.
II
El concepto feminicidio surge desde la academia anglosajona para después desarrollarse por la academia latinoamericana, principalmente de investigadoras feministas de la antropología y la sociología, posteriormente el derecho como disciplina académica ingresaría en el debate.

El ‘femicidio’ (voz castellana del inglés femicide) tiene una matriz feminista y, por lo tanto, política, y se debe a propuesta de Diana Rusell en ocasión de un foro de feministas de 40 países bajo el nombre de Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres, celebrado en Bruselas en 1976 (Mata, 2019).
Diana Russell y Jill Radford vuelven sobre el término en su obra “Femicide. The politics of woman killing”, para definirlo como "el asesinato misógino de las mujeres por mano de hombres" (Salvatierra, 2006). En esta formulación las autoras no solo incluyen sucesos como los anteriormente referidos, sino también las muertes violentas que miles de mujeres sufren en la vida como una especie de castigo capital que funciona como un recurso de control para mantener el status quo patriarcal.
El término ‘femicide’ registra esporádicos antecedentes de uso en el idioma inglés desde comienzos del siglo XIX, pero comenzó a difundirse desde que Diana Russell lo utilizara en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer, y sobre todo desde que instalara el concepto con sendas publicaciones realizadas en 1990 y 1992. La introducción al idioma español se produjo a partir de la segunda mitad de la década de 1990, a raíz de la traducción del concepto aportado por Russell y en el marco de las revelaciones sobre impunidad en los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez en México, para poder expresar la gravedad de una conducta generalizada en la sociedad contemporánea, para la que no había una palabra en especial.
La investigadora Marcela Lagarde, pionera en la aplicación del concepto en las investigaciones en español, en 1997 se refirió por vez primera en México al "feminicidio" (Lagarde, 2005).
III
De manera dinámica y sinérgica, se adoptó como un concepto de lucha social, las organizaciones de la sociedad, las activistas, las feministas y las familias de mujeres víctimas del feminicidio se lo apropiaron para exigir su prevención, su adecuada investigación y sanción, de ahí han surgido frases como las de ‘Ni Una Más’ o ‘Ni Una Menos’, e iconos representativos derivados de la acciones como las ‘cruces rosas’ que se han colocado en Ciudad Juárez para recordar a las mujeres víctimas.
El concepto de feminicidio surge con el fin político de reconocer y visibilizar la discriminación, la opresión, la desigualdad y la violencia sistemática contra la mujer que, en su forma más extrema, culmina en la muerte. El término traspasó la barrera de la cultura popular, para comenzar a ser utilizado por los medios de comunicación, ha sido inspiración de creación artística desde poemas, obras de teatro, performances, series de televisión y películas como mecanismos de denuncia.
Las activistas y organizaciones de la sociedad civil, principalmente las dedicadas a la defensa de los derechos de las mujeres, han tenido un papel activo en el reconocimiento de los homicidios de mujeres como feminicidios, un ejemplo muy claro de esto ha sido durante toda la lucha contra los feminicidios en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Fueron las organizaciones de la sociedad civil quienes a través de sus denuncias y reuniones con autoridades y organismos internacionales comenzaron a emplear el término para denunciar este problema.
Durante la década de los años noventa, la sucesión de feminicidios en Ciudad Juárez fue el detonador de la atención pública de un fenómeno que se extiende a lo largo de varios países. Este fenómeno de violencia extrema contra las mujeres despertó las acciones colectivas y las sinergias entre la sociedad civil organizada y las instituciones internacionales de derechos humanos, generando presiones encaminadas a generar algunos cambios estructurales y hacer visible todo un fenómeno en un país con importantes complejidades como México.

Foto: Cuartoscuro
Los primeros casos registrados fueron en 1993, mostrandose las autoridades incapaces de investigar adecuadamente los asesinatos y las desapariciones de mujeres basándose en prejuicios y estereotipos de género, así como la falta de interés político y declaraciones públicas sobre la tipología de las víctimas en que argumentaban que todas eran ‘prostitutas’.