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  • Miguel Angel Ortega Olivo

Sociología del Olor

Más que los sonidos o las imágenes, los olores pueden mover las fibras del corazón

Rudyard Kipling

Problemática: El olfato es el sentido más relegado de todos, algunos autores ni siquiera lo incluyen dentro de los sentidos, y la mayor parte de nosotros no lo piensa como algo indispensable. La realidad es que sin olfato, la vida social como la conocemos sería absolutamente diferente, y la importancia de este sentido en las relaciones sociales, la mercadotecnia y los discursos políticos es enorme.


Palabras clave: Sociología del olor; relaciones de clase, de etnicidad y de género; y diferencias simbólicas de poder.

La interesante investigación de Anthony Synnott captura al lector desde la primera frase “CADA UNO DE NOSOTROS[,] en todo momento, emitimos y percibimos olores, olemos y nos huelen, y tales olores tienen papeles muy importantes en virtualmente todas las áreas de la interacción social: al comer y beber, en la salud, el hogar, la terapia, al reducir el estrés, en la religión, la industria, el transporte, en las relaciones de clase y étnicas, y en el cuidado personal.”[1] Esta afirmación puede parecer demasiado grande a primera vista, pero a lo largo de la investigación es reforzada con referentes empíricos y teóricos hasta el punto de ser casi totalmente convincente, dejando un dulce sabor al lector. Pero, ¿qué es la “Sociología del olor”? Para comprender el término es necesario recordar que la sociología no estudia a la sociedad en abstracto, sino a las acciones que ocurren entre sus individuos y el impacto que tienen. Por lo tanto, la sociología del olor propuesta por Synnott puede resumirse, de manera muy general, como el estudio de los efectos que causan los olores en la sociedad y de la semántica que cada sociedad le asigna.


[1] pp. 431.


 

 

Para comenzar a explicar esta teoría de los olores es necesario situarse en la división de olores que hace Synnot:


Hay olores naturales, como el sudor, el aliento al despertar, las hormonas, etcétera;


olores manufacturados o fabricados, que son todos los olores creados por el hombre, un gran ejemplo son los perfumes,


y finalmente los olores simbólicos, que son las metáforas olfatorias como la frase “el delicioso sabor de la victoria”, “la apestosa sociedad”, entre otros.


Esta última clasificación es la más importante, pues es la que mayor impacto social tiene, y por lo tanto, la de mayor interés sociológico.


Después de esta breve introducción hay una pregunta en torno a la que gira la investigación: ¿por qué es importante el olor en las relaciones sociales? La respuesta de Synnott parece bastante completa: La olfacción con frecuencia es “pasada por alto”, pues hay una hegemonía de la vista [el sentido de la vista] y eso contribuye al olvido del olfato; que con frecuencia es subliminal, o como lo describe Tom Robbins (1984), “mágico”; es algo muy personal hacer una “inhalación” olfatoria del otro; es una inmediatez fisiológica, evocadora de recuerdos y de emociones, un recurso para modificar el comportamiento, pero -y éste punto que se debe resaltar- la olfacción constituye asimismo una construcción moral de la realidad.



Curiosamente la sociología rara vez estudia los sentidos y pocos autores, entre ellos Simmel, Largey y Watson, los han estudiado.


Ver más allá de lo que ven los ojos y develar la realidad es la gran tarea de la sociología, por este motivo la investigación de tiene valor, pues devela algo que ni siquiera se toma en cuenta conscientemente. Synnot dice: “[El olor es algo que] marca límites y distancias, un símbolo de estatus, una técnica para dejar una buena impresión, una broma o protesta de un escolar, una señal de peligro. Los olores avivan recuerdos y despiertan el apetito, tanto el culinario como el sexual.



Asimismo, pueden emplearse como herramientas de mercadotecnia, para mejorar el ánimo y ayudar a sanar o a provocar náusea. Pero ante todo, los olores son manifestaciones de lo que uno es, no sólo de manera literal (…), sino de manera metafórica. Los olores definen al individuo y al grupo, al igual que los define la vista, el oído y los otros sentidos”[2] pero, ¿cómo es que los sentidos pueden definir al individuo y al grupo en un sentido de identidad y de moralidad? Esta respuesta es muy interesante, pues cada sociedad huele (tanto en el sentido de “percibe” como en el de “tiene un olor característico”) de manera diferente.


[2] pp. 433. Por motivos de comprensión semántica la cita tuvo cambios mínimos, sin perder la idea principal.



Para explicar esto lo mejor es mencionar los ejemplos dados en la investigación:


En primer lugar, para referirnos a los olores no hay un lenguaje propio, pues suele decirse que algo huele bien, o que huele mal, o se hace referencia a otros sentidos, huele áspero o suave, incluso se puede decir que algo huele como otro objeto; huele a café, huele a rosas, etcétera.


Entonces, si cada sociedad –y las divisiones que se puedan dar dentro de la misma– tiene un modo diferente de referirse a las cosas y de percibirlas, los olores no pueden nombrarse de manera perfectamente universal; Kant diría: cada sociedad y cada individuo categoriza sus percepciones de un modo diferente. Es aquí donde se forma la moral de individuo y de grupos con base en el olor: lo que huele bien es bueno y lo que huele mal es malo. Para la gente común el olor a cerdos puede ser repulsivo, pero para un porcicultor huele bien, huele a dinero. Para quien vivió en granjas de pequeño, el olor a estiércol de vaca evoca buenos recuerdos. Por lo tanto el que algo huela “bien” o “mal” está directamente relacionado con las concepciones sociales y psicológicas que se tengan: el olor físico y la realidad metafísica son simbólicamente recíprocos.



 

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Algo interesante es que cada cultura tiene cierto olor. Para los Japoneses, los Estadounidenses “apestan a mantequilla”; para los esquimales nosotros tenemos un hedor y para nosotros ellos también apestan; lo mismo pasa entre Chinos y otros Asiáticos; asimismo, los Árabes tienen cierto olor, pero este caso es realmente interesante, pues sus costumbres son diferentes a las nuestras: oler el aliento de una persona es un símbolo de amistad, y huele bien para ellos, mientras que en la cultura occidental se suele bajar la cabeza con cierta vergüenza para que el otro no huela nuestro aliento, pues es tomado como algo negativo. Por lo tanto, cada cultura construye su propia semántica de lo que huele “bien” y lo que huele “mal”.



Hasta ahora se ha revisado la importancia del olor en el aspecto de identidad moral, pero hay otros aspectos en donde el olor es decisivo. Pasando de la percepción de olores naturales o artificiales y su interpretación como “buenos” o “malos”, es momento de hablar de algo de mayor importancia y trascendencia: el olor en el discurso político y en el aspecto económico. Al comienzo de la investigación, Synnott habla de cifras monetarias en la industria de los olores y posteriormente de su explicación social de un modo parecido al materialismo marxista: “En 1990, la industria de las fragancias en los Estados Unidos se estimó en 2.25 mil millones de dólares (Strong y Poor, 1990). Para 1999, se había duplicado, y alcanzó los 4.8 mil millones; una tercera parte correspondía a la cantidad gastada en fragancias para hombres”[3]. También menciona que esta cifra es solo el 20% del mercado de olores, en el 80% faltante están aromatizantes, detergentes con aroma y toda clase de productos que ofrezcan alguna fragancia.


[3] pp. 432.



 

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Esto habla de una fuerte importancia de los olores en el mercado, pero ¿por qué? Porque los olores juegan un papel de roles en la sociedad, el hombre tiene ciertas características según la sociedad y la mujer tiene otras.


Muchos perfumes reflejan este hecho: “En general, los nombres de perfumes, colonias y fragancias parecen expresar conceptos del roles sexuales no sólo diferentes sino casi opuestos para los así llamados sexos opuestos. Una lista parcial de perfumes y fragancias femeninas incluye las siguientes: Beautiful, Passion, Joy, Lumière, Mystère, White Shoulders, White Linen, Ivoire, Cover Girl, Enchantment, Chantilly, L’Emeraude, Le Jardin, L’Aimant, Paris, L’Air du Temps, Diva, Dazzling, Pleasures, So Pretty, Allure y nombres de especias como Basile y Coriandre. Si bien expresan una amplia gama de valores, son muy diferentes a los nombres en la lista parcial de fragancias masculinas, tales como: Boss, Brut, Imperials, Toro, Eau Sauvage, Aramis, Polo, Hero, Gray Flannel, English Leather, Bogart, Maestro, L’Homme y Gentleman, amén de los temas de vaqueros como Stetson, Chaps y New West.


Los nombres de marca por sí solos socializan y educan a los sexos “opuestos” en roles opuestos; lo mismo hacen las imágenes publicitarias, los textos verbales y los colores y estilos de las envolturas. Como opuestos, estos nombres de marca transforman la diferenciación biológica en jerarquía y poder social: rosa o azul, Beautiful (bello) o Boss (jefe), Passion (pasión) o Polo (el imponente y rudo jugador de polo), Joy (alegría) o Toro.”[4]


[4] pp. 450.


También hay un discurso político oculto en el olor: oler bien es dar una buena impresión sin necesidad de hablar, sin la necesidad de ser visto, y este “secreto” es de fuerte impacto justamente por ser subliminal. Hay que recordar que las personas toman lo que huele bien como lo que es bueno, y lo que huele mal como lo que es malo.


Es aquí en donde se toca el punto más fuerte de la investigación: la justificación psico-social de la discriminación. “Kate Millett contesta: Ésta es la realidad, según nos trata de convencer Miller, el coño apesta, como dice Curly, y el coño es sexo. Por lo que se refiere a la anatomía masculina, las cosas son muy diferentes porque ‘la verga’ es poder”[5].


Dentro del ámbito de la discriminación y su justificación, Hitler sentía una aversión por el “peste” de los Judíos. Los discursos políticos y la literatura están llenos de expresiones con frases olfativas: “El hedor de los negros”, El mismo George Orwell escribió “El verdadero secreto de las relaciones de género en Occidente se puede resumir en tres terribles palabras: los hombres apestan”, esto afirma que los hombres apestan más que las mujeres y como es fácil de pensar: la mercadotecnia aprovecha estos pensamientos para incrementar ventas.


“El desodorante ‘Secret’, por ejemplo, dice ser ‘suficientemente fuerte para un hombre, pero está hecho para la mujer’”[6]


El olor no es solo un concepto: es todo un mundo que influye los aspectos sociales, políticos y económicos de un modo casi inseparable. Para comprender un poco mejor el tema, es altamente recomendable leer el ensayo De Synnot. Para concluir; Zygmunt Bauman dijo que cuando se tratan de explicar a fondo los problemas de la humanidad es común no mencionar los más importantes, por lo que muchos de los secretos de los olores seguirán ocultos con un delicado velo, pero influyendo en algún aspecto del día a día.

[5] pp. 452.

[6] pp. 454.



Fuente Consultada: Anthony Synnott. “Sociología del olor” en Revista Mexicana de Sociología. México: IIS-UNAM año 65, núm. 2, abril-junio, 2003, pp. 431-464.









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