- Cristian Jovany José Francisco
¿Viejos problemas?
Siempre que el mundo se transforma,
una deidad encarna en….
El Nigromante
En 1970, Edmundo Flores, en alguno de sus libros[1] se preguntaba sobre cuáles eran los viejos y los nuevos problemas de México. Ahora mi intención –en este escrito— es la de realizar un ejercicio similar, quizá algo breve. Aclaro que lo que a continuación se muestra son pequeñas reflexiones sobre lo que, a mi entender, podrían ser nuestros viejos problemas y que hasta la fecha siguen siendo un gran lastre y parecen cerrar las posibilidades de aspirar a un cambio ---político, cultural, económico, hasta estético.
[1] Vieja revolución nuevos problemas.
Primer problema:
el PRI o el Ogro filantrópico
Cread un ídolo
y os pondréis un yugo
Práxedis G. Guerrero
A veces nos resulta tan increíble el hecho de que el PRI siga manteniendo –aunque hoy pareciera que su legitimidad está decayendo– su primacía en todos los niveles de gobierno: desde el municipal, pasando por el estatal, hasta el nivel federal. Creo que para comprender esto que nos resulta tan increíble (y desalentador), es necesario armar una historia de dicho partido, ello con ciertos recursos teóricos. La historia del surgimiento del PRI es bastante peculiar. Para ello me valdré de algunos autores para tratar de delinear de forma breve la génesis del partido del Estado, y especificando las principales características de cada una de las tres etapas de su génesis:
a) Primera etapa o PNR (1929). Podría decirse que surgió desde arriba (influenciado por Calles) y tenía una doble función: 1) la de absorber a toda la oposición e “imponer paulatinamente la voz de la política central en todos los estados” (López Villafañe, 1986: 153 ss.) y 2) la de “contener el desmembramiento de lo que comenzaba a llamarse la ´Familia Revolucionaria´”, e.i., abandonar las armas y optar por un juego político por medios más civilizados (Villegas, 1978: 38-48). Además de fijar un programa que todos los miembros deberían seguir cabalmente y que en esencia marcaba ya las pautas para fortalecer al capitalismo mexicano.

b) Segunda etapa o PRM (marzo de 1938): Surge por la iniciativa de Cárdenas, bajo el lema “por una democracia para los trabajadores” y que hizo que se firmara un pacto con los cuatro sectores[2] predominantes y que definía sus marcos de acción en el marco –que todavía era reconocido— de la lucha de clases para intervenir “en la política… por medio del partido”. Al terminar el cardenismo, esto es invertido por toda la serie de contrarreformas que se dan a partir de Ávila Camacho.
[2] Agrario, obrero, militar y popular. Véase, Villafañe. La formación del sistema político mexicano. p. 172
c) Tercera etapa o PRI (1946). El partido del Estado se transformó en un partido para el control de los sectores. Anteriormente, en 1943, se había emitido la Nueva Ley electoral[3]. Ahora los campesinos y trabajadores empezaran a ser sometidos a una política de concesiones y represiones. Surge el “charrismo sindical”. Aumenta la red burocrática del partido. Ya el nuevo lema (“democracia y justicia social”) señala una noción muy general de democracia, dejando “sin definición qué clase social será la promotora del estado”, e.i., va difuminándose la idea de los antagonismos de clase (pero en el fondo todas las acciones o reformas emprendidas por el partido giran en favor de la burguesía nacional y extranjera).
[3] Que por mencionar alguno de sus puntos establecía que: solo deberían existir 3 partidos (en este caso fueron el PAN, PPS, PARM) en las contiendas electorales.

Con todo lo presentado anteriormente pueden percibirse las variaciones del partido. Las más tajantes y exponenciales se dieron cuando el PRM pasó a ser lo que hoy conocemos como PRI (el hecho del abandono del ideal de la lucha de clases tiene grandes connotaciones y severos costos sociales que se vislumbran en la historia mexicana). La afirmación de Villafañe de que, a partir de la tercera etapa del partido, el sistema político mexicano adquirió una nueva orientación, resulta bastante certera (tan solo bastaría ver cómo se fue configurando el sistema electoral del país). Es así como hemos llegado a otro problema.

Segundo problema:
la nueva orientación del sistema político
Respecto a la nueva orientación del sistema político mexicano, he encontrado que ésta se ve expresada en lo siguiente:
Ya no quedan rastros de aquel Estado revolucionario (cardenista) o de esa autonomía estatal de la que hablaba la escritora Nora Hamilton y ahora se encuentra limitado:
Por [que funciona para] promover la acumulación del capital privado, por el poder económico del capital privado (tanto nacional como extranjero) y por divisiones dentro del estado y la identificación de ciertas fracciones estatales con los intereses de clase dominante (Hamilton, 1998: 42).
El Estado ya no puede hacerles frente a los sectores de la clase dominante –como Cárdenas lo hizo en su momento. Es decir, la política económica del Estado se encuentra ahora subordinada a la estrategia global del capitalismo internacional y la burguesía mexicana, producto de las reformas políticas llevadas a cabo por el partido.
Tercer problema:
la modernización.
…la modernización se hace heterogénea,
continua y dispersa, en cuanto el sistema
político con sus connotaciones culturales…
posterga la definición nítida de las clases.
Adolfo Gilly[4].
[4] En: Nuestra caída en la modernidad. México: Joan Boldó i Climent Editores, 1988, pp.21-22.