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  • Alejandro Rodríguez George

Aproximaciones a la teoría de la moda en Walter Benjamin

Las vicisitudes de una historia basada en los despojos contienen un índice onomástico que rastrea las huellas perdidas que encierran la complejidad materialista de la vida. Walter Benjamin emulando al flaneur francés es un paseante de las decimonónicas estructuras de hierro y como tal, busca los hilos subterráneos del devenir y encuentra una trama en los objetos y las posiciones simbólicas de la dinámica inmanente a ellos; así desenmascara la reproducción del capital y su fantasmagoría como cuartada ideológica.

En el Libro de los pasajes, Benjamin realiza una topografía del mundo moderno dejando entrever los prismas de un pensamiento totalizante, que requiere de la minuciosidad del coleccionista para abarcar un todo móvil y contradictorio: ahí es donde aparece la moda y su significado antagónico. Antes de pasar revista a las claves conceptuales de Benjamin sobre la moda es menester puntualizar ciertos procesos históricos generales que tuvieron cabida en el desarrollo de la moda y sus concepciones modernas.

Para destruir la acumulación del capital se necesita conocer a fondo su dinámica y los tentáculos con los que penetra en la diversidad de la vida cotidiana. Por ello, reconocer a la moda como una de las principales lucubraciones ideológicas de la reproducción sistemática es abordar el velo aparentemente estético que guardan las configuraciones ideológicas de la burguesía sobre el vestido y la publicidad.

En su libro La era del imperio, el historiador Eric Hobsbawm reconoce que uno de los ejes centrales del siglo XIX es delimitar la transformación del capitalismo en su versión burguesa más liberal. (1) Dicha interpretación despliega la complejidad del mundo en aquel siglo y la necesidad de la sociedad burguesa por imponer un proyecto unificador que lograra abarcar los distintos pasajes de la vida moderna.

 

(1) Eric j. Hobsbawm. La era del imperio 1875-1914. México,Editorial Planeta mexicana, 2015. p.16.

Una de las tantas contradicciones de dicha sociedad es el papel de la mujer y su instrucción social. En su espléndido libro, París, capital de la modernidad, David Harvey analiza minuciosamente la preocupación de los ideólogos burgueses por el rol de la mujer y las constantes batallas libradas por ellas para conseguir una igualdad sistemática en el trabajo y los salarios percibidos; no obstante, recalca la intransigente necesidad de dependencia varonil y las pocas posibilidades reales de una verdadera independencia económica.

Harvey señala que una de las áreas de trabajo más socorridas por las mujeres pertenecientes al proletariado francés era la industrial textil: modistas y costureras engrosaban las filas de una de las industrias más productivas desde la revolución industrial a finales del siglo XVIII; la moda fue pensada como el escaparate laboral de las mujeres y un freno a sus demandas igualitarias. (2)

 

(2) David Harvey. Paris, Capital de la modernidad. Madrid,Akal, 2008. pp. 237-239.

Si bien Harvey y Hobsbawm advierten el proceso económico y social acaecido en las postrimeras del

siglo XIX, el toque teórico que encierra el mundo de la moda nos es dado por las anotaciones de Benjamin y su lúcida mirada a ciertos procesos culturales que desatan la complejidad simbólica del tema. Ya Marx había señalado mediante el fetichismo de la mercancía el halo superficial y “místico” que se otorga a ciertos productos: en su análisis, Marx denomina como “fantasmagórica” la relación que se da mediante objetos, dotando de autonomía a las cosas mercantiles que frente a nuestros ojos aparecen como una relación natural no mediada por el trabajo humano. (3)

 

(3) Karl Marx. El Capital: crítica de la economía política. Libro primero: el proceso de producción de capital. México, Siglo XXI editores, 1975. Tomo 1 Vol. 1 p. 89.

Benjamin hace central en su pensamiento la categoría de “fantasmagoría” y con ella el mundo simbólico de las mercancías instaura una antropología social de las cosas: la moda como característica cultural del siglo XIX es vista como la contradicción capital/trabajo. Para Benjamin, la síntesis representada por la moda a manera de característica es: “El sello distintivo de la moda de entonces: insinuar un cuerpo que nunca jamás conocerá la desnudez total.” (4)

 

(4) Walter Benjamin. Libro de los pasajes. Edición de Rolf Tiedemann.Madrid, Akal, 2005. p. 96.

La impresión que cobra el vestido novedoso o propio de su tiempo es la contradicción capaz de desenvolver su polaridad dialéctica. En otro de sus pasajes sobre la moda, Benjamin afirma: “Escribí que lo eterno en todo caso es más bien un volante en un vestido que una idea.” (5)

 

(5) Ídem. p.97.

Lo que Benjamin está buscando es el movimiento histórico inherente a las cosas en su versión fantasmagórica, para purgar aquellos elementos que sean propicios para una reconstrucción de la historia a partir del basurero de la misma. Los deshechos le sirven para recorrer la ajetreada vida del siglo XIX quien vio nacer la moda en sus escaparates y estructuras metálicas, semejantes a las actuales plazas comerciales.

Lo inexpresivo de la moda es que quiere apoderarse del tiempo y convertirlo en un deshecho renovable a cada estación o época. Ya sea mediante el vestido, ocupándose de los cuerpos o su capacidad para diseñar una letanía de lo siempre presente. La moda no avanza con el tiempo; lo usa y lo deshecha; Benjamin es hábil al capturar el vehículo de la moda que reside en los cuerpos, primordialmente el de la mujer y el cambio en la vestimenta acaecido a finales del siglo antepasado. La amplitud de la moda se dio en un área determinante: el deporte femenino como signo de libertad y cierto estatus social.

El ciclismo como actividad deportiva necesitaba de un tipo de vestido más ligero y propicio para realizar dicha actividad; no obstante, en ese pequeño cambio, Benjamin observa algo más

profundo:

Similitud de los pasajes con las galerías cubiertas en las que se aprendía a montar en bicicleta. En estas galerías, la mujer adoptó su figura más tentadora: la de ciclista. Así aparece en los carteles de Chéret, el pintor de esta belleza femenina. [...] en la vestimenta de la ciclista la expresión deportiva lucha aún con el ideal tradicional de elegancia, y el resultado de esta lucha es ese cariz obstinado y sádico que la hace incomparablemente provocativa para el mundo masculino de aquellos años. (6)

 

(6) Ídem. p. 91.

La vestimenta femenina esconde un signo de clase que viene acompañado por ciertas representaciones visuales que resultan favorables a la burguesía liberal y su “construcción onírica”, como Benjamin le llama, de una sociedad estratificada donde las libertades femeninas dependen en gran medida de la indumentaria que portan y el sesgo visual incrustado en sus cuerpos.

Lo llamativo de la moda consiste en velar el trabajo humano vertido en su fabricación y además poseer los cuerpos de quien la porta. En este punto, la contradicción resalta y se hace patente: la moda pretende constituir un elemento siempre novedoso, adelantado al tiempo, sofisticado y marcadamente clasista; el estar “a la moda” debe significar el olvido permanente de lo histórico y la búsqueda incesante de un futuro pasajero.

Benjamin se da cuenta perfectamente de tal contradicción y la recalca con un juego generacional que atina una crítica mordaz: “La impresión de estar pasado de moda sólo puede surgir cuando se toca lo más actual de alguna manera. Si en los pasajes se encuentran anticipaciones de la arquitectura más moderna, la impresión que le causan al hombre actual de ser algo pasado de moda es tan significativa como la que le causa un padre a su hijo de estar anticuado.” (7)

 

(7) Ídem. p. 97.

Las nuevas generaciones siempre están en busca de su propio ser, de su propia moda, rechazando lo anterior y ridiculizando las modas de épocas más remotas; la moda obstruye la transmisión histórica de una memoria subterránea que queda paralizada al rechazar los saberes anteriores en pos de un saber transitorio generacional.

En este sentido, el posmodernismo actual tiene una deuda con la moda del siglo XIX y su incesante necesidad por mantener un presente transitorio y efímero, con una apariencia siempre novedosa pero destructiva y contradictoria. Si las tendencias en boga no pueden apropiarse del tiempo, buscan un lugar común que sea desechable y a la vez muestre la innovación en el vestir; los cuerpos se convierten en la fantasmagoría predilecta de la industria textil.

Uno de los sujetos que más llama la atención de Benjamin son las prostitutas; la mayor fantasmagoría del intercambio mercantil yace en los cuerpos trastocados de las servidoras sexuales y su fuerza de trabajo, como única mercancía vendible; el acceso a ellas significa la depravación salvaje de la sociedad burguesa y su insigne de transformar todo, hasta el cuerpo humano, en una mercancía intercambiable.

De acuerdo con Susan Buck-Morss: “El cuerpo natural de la prostituta se asemeja al maniquí sin vida utilizado para exhibir las últimas modas: mientras más caro era su atuendo, mayor era su atractivo.” (8) El intento de producir una eterna novedad en la moda es el intento por arrancar la vida y transferirla al vacío de las mercancías y su fantasmagoría inerte.

 

(8) Susan Buck-Morss. Walter Benjamin, escritor revolucionario.Buenos Aires, Interzona editora, 2006. p. 144.

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Así, Las mujeres en la sociedad capitalista –todas las mujeres– representan el papel de las mercancías para atraer un público disperso de compradores potenciales; una mímesis del mundo de las cosas que para el tiempo de Benjamin se había convertido en sinónimo de sensualidad. (9)

 

(9) Ídem. p. 150.

El triunfo del liberalismo burgués destaca por una hipocresía sórdida que delimita los tipos correctos de liberación femenina sin trastocar la dinámica de clase y su consiguiente explotación laboral y sexual. De tal forma la interpretación de la moda en Benjamin avanza hacia los confines más ocultos de la estructura capitalista y resalta el fetichismo que entrelaza cuerpo y mercancía:

“Toda moda está en conflicto con lo orgánico. Toda moda conecta el cuerpo vivo con el mundo inorgánico. En el viviente percibe la moda los derechos del cadáver. El fetichismo, que sucumbe al sex-appeal de lo inorgánico, es su nervio vital.”(10)

 

(10) Benjamin. Op Cit. p. 106

La moda intenta superar a la muerte; fijar los cambios le sienta bien, dilapidando los cuerpos que le sirven de escalinata hacia su palco donde campante observa la incesante lucha de clases que se esconde bajo sus vestidos y faldas.

Benjamin remata y sintetiza en una “imagen-dialéctica” el movimiento mercantil e histórico que conlleva la moda:

Aquí la moda ha inaugurado el lugar de intercambio dialéctico entre la mujer y la mercancía –entre el placer y el cadáver. Su dependienta, enorme y descarada, la muerte, toma las medidas al siglo, hace ella misma, por ahorrar, de maniquí, y dirige personalmente la liquidación, llamada en francés, “revolución”. Pues nunca fue la moda sino la parodia del cadáver multiforme, provocación de la muerte mediante la mujer, amargo diálogo en susurros, entre risas estridentes y aprendidas, con la descomposición. Eso es la moda. Por eso cambia con tanta rapidez; pellizca la muerte, y ya es de nuevo otra para cuando la muerte intenta golpearla. No le ha debido nada en cien años. Solamente ahora está a punto de abandonar la palestra. La muerte, en cambio, a la orilla de un nuevo Leteo que extiende su corriente de asfalto por lo pasajes, erige el esqueleto de las prostitutas como trofeo.(11)

 

(11) Ídem. p. 92.

El pensamiento de Benjamin siempre punzante y certero brinda una vasta complejidad conceptual

con la que ofrece señales y huellas de los desposeídos y olvidados de la historia. Este breve ensayo es solamente una pequeña guía de estudio en torno de uno de tantos temas que se abordan en el Libro de los pasajes: escarbar en la memoria que Benjamin nos quiere transmitir es realizar una reflexión actual sobre los entrecruces de su tiempo con el nuestro.

Por ello y a manera de corolario quisiera traer a colación los desastres ocurridos en el sismo que afectó la Ciudad de México y Morelos el pasado 19 de septiembre del presente año. Específicamente la tragedia en la fábrica textil ubicada en las calles de Bolívar y Chimalpopoca donde aproximadamente veinticinco obreras fallecieron, muchas de ellas con un contrato ilegal, procedentes de Centroamérica y Asia.

El despojo y la explotación aniquilaron las vidas de aquellas mujeres, la moda no es neutral, ni inocente: los sismos no se pueden evitar; la explotación, sí. Únicamente la conciencia de clase que yace en los tristes despojos de la historia puede brindarnos una esperanza para el futuro; investigar, rearmar y evidenciar las fallas de la modernidad capitalista es un arma conceptual que puede impulsar la regeneración social y la proyección de una vida digna y justa, pues como Benjamin afirma en sus Tesis sobre la Historia: “Ni los muertos estarán a salvo si el enemigo no deja de vencer” (12) y aún no lo ha hecho.

 

(12) Walter Benjamin. Tesis sobre la de Historia y otros fragmentos.Introducción Bolívar Echeverría, México, Ítaca, 2008. p. 40.

Fuentes Consultadas Benjamin, Walter. Libro de los paisajes. edición de Rolf Tiedemann. Madrid, Akal, 2005.

–––––––––––––––. Tesis sobre la de Historia y otros fragmentos. Introducción Bolívar Echeverría, México, Ítaca, 2008.

Buck-Morss, Susan. Walter Benjamin, escritor revolucionario. Buenos Aires, Interzona editora, 2006.

Harvey, David. París, Capital de la modernidad. Madrid, Akal, 2008.

Hobsbawm. Eric J. La era del imperio 1875-1914. México, Editorial Planeta mexicana, 2015.

Marx, Karl. El Capital: crítica de la economía política. Libro primero: el proceso de producción de capital. México Siglo XXI editores, 1975.Tomo 1 Vol. 1.

 

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