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  • Ximena Rodríguez Rodríguez

El cuerpo olvidado


Después de ver por segunda ocasión el documental italiano “Il corpo delle donne” (El cuerpo de las mujeres) retomó mi ánimo para escribir respecto la visión del cuerpo en los medios masivos de comunicación y la hipocresía del discurso presentado en éstos.


Día y noche el cuerpo acompaña nuestros pensamientos; es como si éste velara por los secretos de nuestros deseos y de nuestros miedos, sin embargo, hoy en nuestros tiempos es sumamente difícil dedicarle atención a las necesidades que éste requiere; pues los ritmos acelerados de la vida urbana arrebatan casi toda posibilidad de auto descubrirse a través del cuerpo.


Inclusive, en las sociedades occidentales se ha excluido al cuerpo del proceso de socialización1 lo que puede derivar en consecuencias sociales radicales; ya que a falta de conciencia corporal individual hay menor conciencia y respeto hacia el cuerpo ajeno, como es el caso de la violencia física y verbal hacia el cuerpo femenino, incluyendo el incremento de feminicidios en México desde el año 2008 2, sin embargo, este es un tema urgente que no puede explicarse únicamente a través del tema cultural del cuerpo; debido a que también está implicado un pensamiento de dominación hacia la figura que representa el género femenino entre otros factores.


1.- Tema profundizado en el libro: Le Breton David, Antropología del cuerpo y modernidad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.

2.- Cifras estimadas en el reporte “La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencia 1985-2014” realizado por ONU Mujeres y el Instituto Nacional de Mujeres


Pero ¿Qué hacer ante un escenario en el cual el cuerpo es olvidado o relegado como secundario en una estructura social que prioriza sobre su funcionamiento básico a la sensibilidad que éste comunica? Este escenario empeora ante la presencia de los medios masivos de comunicación que construyen modelos e ideales respecto la apariencia física, excluyendo de su realidad visual y mercantil factores inaprehensibles del ser humano como lo es la personalidad y las historias individuales.


Los personajes que forman parte de estos discursos televisivos, y ahora también digitales, a partir de la presencia gigantesca de las redes digitales, son individuos que representan la incertidumbre respecto la materia, pues es frecuente que su cuerpo sea construido a partir de procedimientos quirúrgicos o estéticos dejando a la imaginación cómo sería su cuerpo sin la intervención de éstos; también, son cuerpos que se alejan de las condiciones sociales y laborales del resto de la población, pues son resultado de una dieta y rutina de ejercicios rigurosa que no todos pueden costear en relación monetaria y de tiempo.

 
 

Lo aterrador de este contexto, es que éstos son los cuerpos reconocidos, legitimados y valorizados por las clases dominantes; a pesar de que éstos únicamente comunican mensajes superfluos, alejados del contexto económico del país, pero sobre todo, son cuerpos que están alejados de una expresividad sensible, honesta y personal pues pareciera que sin importar el escenario o circunstancia en la que se presenten, su corporalidad y expresividad del rostro se conserva igual.


Paralelamente, estos medios eliminan la presencia de marcas personales como lo son las cicatrices, arrugas e inclusive inclinan a que la mujer “regrese” a su cuerpo “inicial” aún después de procesos largos como lo es un embarazo. Por lo tanto, ¿qué están comunicando estos espacios? ¿Mensajes vacíos que acusan y excluyen la presencia del cambio físico constante e inevitable del ser humano? ¿Qué nos queda a nosotros? ¿Ser espectadores de cómo la diversidad del cuerpo es reducida a unos modelos ajenos a su entorno?


Mientras esto sucede en la realidad rígida de las imágenes construidas, las personas externas a este círculo, seguimos ajenas a nuestro propio cuerpo, aquel que es atendido hasta que grita por ser olvidado, aquel que tiene su propia historia de la cual muchos se sienten avergonzados; también, está la indiferencia de las instituciones a las necesidades particulares, pero sobre todo, se encuentra el olvido de la capacidad de expresión corporal y de socialización.


Quizá, esta reflexión sea resultado de la autoconciencia de mis propios límites y fronteras, no obstante, insisto en que el cuerpo no puede ser relegado ni mucho menos percibirlo únicamente como una herramienta que sirva para cumplir funciones económicas y sociales, pues el cuerpo también es. Dejemos a un lado el pensamiento superficial dominante en el que, como bien se dice en el documental: “más importa aparecer que ser”.

 

Fotografías : Ximena Rodríguez Rodríguez

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