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  • José Daniel Carabajal

COVID 19, el virus que es una corona de espinas para la humanidad


Desde que apareció el COVID-19 en China, más precisamente en una zona comercial de mariscos de la aldea de Wuhan, se formularon diversas hipótesis sobre sus causas, como ser el contagio por ingerir una sopa de murciélago muy popular en Asia, y un sinfín de especulaciones y teorías conspiracionistas desde lo comercial, económico, bacteriológico militar, geopolíticas, etcétera.

Esto coloca a China y sus raras costumbres alimentarias y culinarias (que incluyen perros, gatos, serpientes, murciélagos, ratas, etcétera) en una clara desventaja en la lucha por la hegemonía cultural puesto que colocaría a los países orientales como los productores de enfermedades y pestes de alcance mundial. La profecía de Malthus se cumple, y es explicación a una superpoblación que debe recurrir a cualquier animal o insecto que camine o vuele para saciar el hambre de una superpoblación empobrecida y con rasgos arcaicos y milenarios de una cultura petrificada en lo social pero avanzada en lo tecnológico, militar y económico. Todo ello hace que China sea una potencia a medias que no puede solucionar ciertas cuestiones internas y exporta problemas humanitarios globales como el COVID-19

El problema que plantea para la hegemonía cultural es el hecho que esta crisis sanitaria pone en entredicho la capacidad de las potencias mundiales para resolver problemas públicos que la individualidad del sistema capitalista soslaya por su propia naturaleza egoísta. La experiencia de Italia y España muestra que las consideraciones de ganancia capitalista deben dejarse de lado para resguardar la salud pública.

Del mismo modo se recurre a los médicos del denostado régimen comunista cubano como una panacea y un reconocimiento implícito de que no todo lo del comunismo es malo, y que realmente los valores comunitarios que desde la isla se proponen como políticas de Estado son mundialmente reconocidos como de calidad superior por sobre los sistemas de salud de países capitalistas.

Este virus demuestra que la globalización lo globaliza todo, nada queda restringido a una porción territorial y todo lo que el más alejado habitante haga en su comarca puede tener implicaciones mundiales. El tráfico internacional de personas y de mercancías plantea la nueva amenaza de exportar (voluntaria o involuntariamente) pestes y virus capaces de paralizar sociedades enteras.

Al mismo tiempo plantea la necesidad de una unión de líderes que aporten mancomunadamente contra esta pandemia, cada cual, en su territorio, pero con conciencia global, velando por cada país y sobre todo llevando tranquilidad y dando ejemplo a sus poblaciones que de esta crisis mundial no se sale con una consciencia egocéntrica sino más bien colaborativa, teniendo en cuenta acciones que no dañen a otros países vecinos, ayudando al otro. Esto sólo es posible con políticas de cuidado hacia los propios ciudadanos, generando de este modo una sociedad consciente que debe colaborar ajustándose a las ordenanzas de cada gobierno.

En esta lucha con un virus que no hace excepción de personas, el cuidado debe ser para toda la población en general desde un simple vendedor de flores que viva de este negocio, una empleada doméstica, hasta un actor de renombre internacional, sabemos que afecta más a los ancianos, pero el cuidado debe ser con todos por igual ya que hubo casos de niños y adolescentes que lo han contraído hasta bebes que han nacido con este virus, no distingue clases sociales, ni credos, ni géneros, es como muchos la han llamado una guerra biológica, y dando la razón a este dicho, una guerra causa muchos problemas sobre todo económicos, si nos enfocamos en nuestro país criticado por ser populista, ojalá sea así como dijo el ex Presidente Mauricio Macri: “ El populismo es peor que el coronavirus” entonces estaríamos hablando de un gobierno que vencerá con sus decisiones al virus, un gobierno que no piensa en su pueblo no puede ganar batallas como estas, habría que analizar por qué suben los casos tan aceleradamente en países del primer mundo capitalista (Italia, España, Estados Unidos, Francia) mientras que en países considerados progresistas (Argentina, Cuba, Rusia) se mantiene a ritmo exponencial pero controlado.

Esto se debe a una salud pública donde se permite que todos los ciudadanos tengan acceso gratuito a un análisis de COVID-19, y al hablar de cuidado no solamente hablamos de salud, sino también de economía y educación. Por tal motivo resulta primordial que los países en vías de desarrollo realicen fuertes inversiones en materia de ciencia y tecnología, investigación y educación; puesto que las pandemias parecen ser el signo de los tiempos venideros. Por tanto, estos países deben prevenirse y equiparse con producción interna de insumos y tecnología que les permita afrontar de mejor manera los futuros virus, que sin duda serán cada vez más letales, más complejos de enfrentar, como así también de geolocalizar y contener en un determinado punto geográfico.

La medicina está demostrando ser la variable que hará la diferencia en los contextos de la humanidad futura, ya sea por guerras, catástrofes naturales, pandemias, hambrunas y crisis humanitarias que cada vez son más frecuentes y se debe tener una buena dotación de médicos y personal de salud, ello implica una fuerte inversión pública y coordinación en las áreas salud y tecnología. Si algo implica el COVID-19 es un virus nuevo y moderno que requiere soluciones nuevas, modernas y tecnológicas. Este virus está cambiando la percepción del mundo, de la medicina, de los insumos y materiales en bioingenierías, del traslado de personas a escala mundial y los Estados si quieren estar prevenidos deben aprender la lección que esta pandemia nos deja.

El COVID-19 está demostrando la falacia de la pretensión del liberalismo de un Estado mínimo, cuando en realidad en este momento se necesita más que nada la presencia estatal, tanto en salud pública como en seguridad, organización de servicios públicos locales, regulaciones de tipo económica, contención y fijación de precios, control en el cumplimento de cuarentenas, detección de síntomas, funcionamiento alternativo del sistema educativo, etcétera.

En Argentina fue la opinión pública quien forzó la cuarentena, luego de que las autoridades nacionales anunciaran el inicio del ciclo escolar, puesto que muchos padres se negaron a enviar a sus hijos al colegio y que muchos docentes se negaron a concurrir a los establecimientos educativos, así en todos sus niveles, incluso las universidades decidieron no comenzar su ciclo académico.

Estos días de encierro y confinamiento en el hogar donde los padres no saben de qué manera contener y entretener a sus hijos, echar mano a la tecnología es lo fundamental, pero esto desnuda otra realidad. Lo lamentable es allí donde las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación), el internet fundamentalmente, no pueden llegar ya sea por razones económicas o geográficas, donde existen familias tan vulnerables que no tiene estas herramientas y adaptarse es prácticamente un desafío.

Frente a esta crisis la sociedad en su mayoría adoptó dos posturas. Por un lado, existe quienes pretenden hacer valer sus derechos de libre albedrío y circulación por sobre la urgencia colectiva de la salud pública, personas resistentes al cambio que no pueden asumir el cambio de vida que implica la cuarentena obligatoria. Y por otro lado quienes se adaptan al cambio fácilmente y cumplen con las restricciones impuestas.

Esta pandemia significa para muchos Estados la posibilidad de controlar de un modo más minucioso a la población, el panóptico está en todos lados. La policía, y en algunos casos el ejército, lo controlan todo e intentan de mantener un orden respecto a la circulación de las personas en las calles, donde cada una debe justificar la salida de su casa. Esta debe ser una oportunidad para instaurar el teletrabajo de una buena vez por todas y de este modo evitar los traslados y la contaminación derivada de ello.

Lamentablemente la economía latinoamericana no está configurada para este tipo de eventos que requieren mayor grado de bancarización en el mercado microeconómico, puesto que el uso de papel moneda significa un agente de posible contagio, mientras que la tarjeta de crédito reduciría dicho margen y facilitaría las compras online con mínima intervención humana y sin necesidad de traslado de los ciudadanos hacia los centros de aprovisionamiento de mercancías de primera necesidad.

Por el bien de la humanidad sería conveniente que Asia en general y China en particular resuelva esas sociedades duales donde conviven la pobreza con la riqueza, la tecnología con lo tradicional, lo avanzado con lo arcaico. De este modo China sería ejemplo en todo, pero fundamentalmente en lo humano, y no sólo en algunas cosas materiales y podría pasar a ser la gran potencia indiscutida que está llamada a ser.

Pero reflexionemos, y miremos el lado positivo, miremos la luz al final del túnel, miremos que una vez más la ciencia nos ha ayudado y seamos agradecidos de ella dando valor a la educación y a la tecnología, para que podamos tener más héroes médicos y enfermeros, que al mirar este presente como, pasado podamos dar gracias por estar vivos y respirar un aire más puro, porque podemos notar en esto que el planeta descansa muchísimo de tanta contaminación con esta cuarentena.

[1] Licenciado en sociología por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas y sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

Contacto: jdc_sgo@hotmail.com

 

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