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  • José Juan Aragón Gómez

El aficionado: ¿real o de moda?


Pierdes tu tiempo en este lugar, ahogas lamentos en tragos y aceptación social... Cámara de Faltas Enjambre

Se tiene un mundo acelerado donde cada vez se va más de prisa y por lo mismo, la lentitud –y no me refiero a lentitud física, sino a la reflexiva, aquélla que permitía pensar con detenimiento las cosas antes de hacerlas– pareciera unirse a la rapidez de la aceptación de esa prisa del mundo actual, dejando de lado si lo que se dice, hace o piensa es congruente con la forma en que se vive y conciben algunos aspectos de nuestra vida.

Es dentro de esta rapidez, donde la necesidad de ser integrado en un grupo determinado se ve como una forma de sobrevivir e intentar “resaltar” entre el gris de la mancha urbana y mecanizada. Las personas no se dan cuenta que, en realidad, no se hará: se seguirá siendo parte del mismo tono grisáceo que el resto.

Dentro de las necesidades de ser integrado en un grupo, el fenómeno más conocido es el deporte, principalmente los que se juegan en equipo. Pertenecer a una barra, a una porra, al equipo de animación o ser espectador de algún deporte y ser afín a él representa para muchas personas en el mundo tal vez la forma más cercana de estar “dentro” de un equipo.

Pero como en muchas otras circunstancias, hay momentos en que se llega a los extremos cuando llega a incluirse en la moda. Esta reflexión que se presenta en Crisol Acatlán es una de las primeras que me atrevo a escribir bajo un ensayo (cosa que pocas veces hago, a pesar de que la carrera que elegí es la Ciencia Política) inspirado en un texto filosófico-sociológico del autor alemán Georg Simmel, La filosofía de la moda, publicado por primera vez en 1905.

Cabe destacar antes de continuar que si bien se citan algunos ejemplos de escándalos deportivos y de “pensamientos” de algunos aficionados, no se pretende herir ninguna susceptibilidad y no representan a nadie en lo particular. Para poder continuar, es necesario preguntarse “¿Qué es un aficionado?”; “¿Qué es un fanático?”

Según la Real Academia de la Lengua Española, un aficionado se define como aquel “que tiene afición o gusto por alguna actividad o por un espectáculo al que asiste con frecuencia”; a su vez, “afición” se define como la “inclinación o atracción que se siente hacia un objeto o una actividad que gustan”. Por otro lado, el fanático se define como aquel que “actúa con fanatismo”, y el fanatismo se define como “apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”.

En su texto El fútbol a sol y sombra y otros escritos, Eduardo Galeano nos mostró una aproximación de lo que es el fanático en la cuestión deportiva: El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua.

 

El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso.

La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible.

El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido. (1)

 

(1) Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y sombra y otros escritos.Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1995, p. 15.

Las expresiones “aficionado” y “fanático”, mal utilizadas en el mundo deportivo para referirse al grupo de gente que apoya a uno u otro equipo, en muchas ocasiones nos servirán como punto de referencia para entender las actitudes de algunos aficionados y, sobre todo, el subtipo de aficionado del cual trataré y procuraré definir a partir del texto de Simmel como el “aficionado de moda”.

En primer lugar, existen “aficionados” que se definen como “apolíticos”. Dicen que no les gusta la política; sin embargo, no comprenden la dimensión de ella en diferentes aspectos que abarcan desde la religión hasta el deporte: creen que no existe tal relación y no obstante, sostengo que no sólo existe, sino que a todos atañe.

La política deportiva se podría definir como el proceso de la toma de decisiones a través de un organismo deportivo que dan un carácter positivo o negativo dentro de las franquicias o equipos que lo componen y cuyo resultado afectará o beneficiará tanto a los procesos internos y reglamentados, como a los externos en los que terceros se ven involucrados y a su vez puede servir como un distractor perfecto ante asuntos de carácter relevante en la política interna de algunos países que, a través del entretenimiento, pretenden desviar la atención de las personas.

Ahora bien, algunos aficionados son afines a equipos controversiales que, lejos de hacer una dignificación del juego limpio, se han visto implicados en escándalos deportivos. Por dar un ejemplo, un escándalo a nivel internacional fue en torno a la NFL donde el hasta entonces reconocido equipo de los Patriotas de Nueva Inglaterra y la figura de su ibidem quarterback Tom Brady se vieron inmiscuidos: el tan sonado desinfle de balones o “Deflategate” (2)

 

(2) Para más detalles al respecto del caso, se recomienda revisar la cronología presentada por ESPN en el siguiente link: “Cronología del escándalo de los balones desinflados de Brady y los Patriots” por Servicios de ESPN.com.http://espndeportes.espn. go.com/news/nota/_/id/2463964/cronologia-del-escandalo-debalones-desinflados-de-brady-y-los-patriots del 3 de septiembre de 2015 [Consultado el 27 de junio de 2016]

Algunos argumentan: “Eso fue un “chisme” porque los “Pats (3)son “el equipo más odiado de la NFL y le tienen envidia”. Lo cierto es que a pesar de esto, no reconocen al resto de los equipos: aquéllos que tienen un gran historial en cuanto al deporte y que incluso, históricamente hablando, tienen aún un gran reconocimiento como lo son los Empacadores de Green Bay o los Vaqueros de Dallas, y dedican la mayoría de su tiempo a hablar mal sobre ellos: creen que lo hacen porque son aficionados reales, ya que sostienen que siguen a Brady desde “que no era nada”. Dice Simmel:

 

(3) Sobrenombre que algunos aficionados le han puesto “de cariño”

[...] La imitación proporciona al individuo la seguridad de no hallarse solo en sus actos y, además, apoyándose en las anteriores ejecuciones de la misma acción como firme cimiento, descarga nuestro acto presente de la dificultad de sostenerse a sí mismo”.(4)

 

(4) Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casimiro, Madrid, 2015, p. 34.

Algunos de los que hoy se jactan de ser aficionados “reales” son en realidad el reflejo de una constante presión pues al hallarse sin una definición propia de identidad, recurren a volverse afines a quienes tampoco entienden lo que ocurre: gente que sigue al equipo no por su historia, no por sus leyendas o jugadores; sino porque tuvieron, en algún momento, un triunfo importante. De esta forma imitan la actitud colectiva de aquellos indecisos y deciden posicionarse a la par de ellos, aunque desconocen totalmente el porqué están ahí en realidad y lo ocultarán bajo la apariencia de “seguidores verdaderos”.

Esto es algo muy parecido a lo que sucede dentro del fenómeno político mexicano que conocemos como “acarreo”: el “acarreado” no sabe por qué está ahí, no sabe quién es el candidato, no sabe qué ha hecho tal o cuál partido político; simplemente lo apoya por la euforia del momento o lo que puede obtener de él, a menudo, lisonjas y migajas trasformadas en cubetas, despensas o botes de pintura.

El aficionado de moda es imitador por excelencia. Algo –o alguien– lo influyó a tal grado que terminó siendo parte de aquella masa antes indecisa, ahora decidida, de apoyar a un equipo de fútbol americano sin conocer siquiera de qué se trata el deporte. Se convierte en un seguidor no de “cuerpo, alma y corazón” como los verdaderos; sino en seguidor de la moda. Simmel la define como:

[...] la imitación de un modelo dado, y satisface la necesidad de apoyarse en la sociedad; conduce al individuo por la vía que todos llevan, y crea un módulo general que reduce la conducta de cada uno a mero ejemplo de una regla. (5)

 

(5) Simmel, Georg. Op. Cit. p.35.

Los aficionados reales no pretenden encajar en la sociedad, constituyen, de alguna manera, parte del engranaje de ella. Sin ellos, mucho de la historia deportiva y de las decisiones que han derivado en crear instancias internacionales como el Comité Olímpico Internacional o la FIFA (a nivel internacional) o la NFL en Estados Unidos y la FEMEXFUT en México como representantes máximas y reguladoras del deporte, no hubieran sido posibles.

Pero dentro de estas mismas instancias y de las diversas franquicias que la constituyen (o incluso algunos atletas con demasiado poder y relevancia), existen aquéllas que ponen como un actor de segunda al aficionado cuando se toman decisiones incorrectas o cuando no se aplican castigos justos ante graves faltas deportivas: pareciera un estilo de reblandecimiento.

Ese reblandecimiento se debe a la gran cantidad de dinero que se mueve en favor de ciertos equipos clave, tanto por el dinero que reciben por parte de la afición que los apoya como por los productos que venden: todos portadores de la firma de sus respectivas instancias (como la NFL). Muchos de los sueldos de los jugadores (algunos reciben mucho dinero por el hecho de jugar: algunos ganan en millones de dólares) y la riqueza acumulada por los dueños de los equipos y sus atrocinadores proviene de aquellas ganancias.

Y la ganancia define y diferencia a quienes se les puede multar gravemente los que , desafortunadamente, no reciben la sanción debida. Pero el aficionado de moda, no lo cree: dice lo que otros han dicho, pero no sostiene una realidad. Se diferencia entonces su actuación de pensamiento:

El hombre teleológico, es decir, el hombre que obra en vista de finalidades es el polo opuesto al hombre imitador, que actúa, no ‘para’ lograr tal o cual fin, sino ‘porque’ meramente, los demás obran así.(6)

 

(6) Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casimiro,Madrid, 2015, p. 34.

La finalidad del aficionado real es reconocer que cuando el equipo falla, es demeritarle y la misma afición pide que, por limpieza del juego y del deporte, se retire a tales o cuales implicados en actos que pudieran atentar contra el historial deportivo del equipo (o de la disciplina), tratando de restaurar el equilibrio y el honor de una tradición de muchos años.

Como dice Simmel, el lado contrario a una racionalidad es el hombre que imita, en este caso, el aficionado de moda, que actúa como el resto de aquéllos que son afines por los motivos expuestos ya anteriormente, tratando de encajar en la sociedad, pero siendo vituperado por la misma que no lo reconoce.

Él no es parte del engranaje; es un móvil de pasiones sin un fin verdadero y propio que se limita sólo al ataque verbal o a lograr el fastidio, sacando a la luz su falta de conocimiento verdadero de la actividad. Dice lo que ha oído de otros, pero no tiene claridad sobre un pensamiento individual. Dice Simmel:

[...] las modas son modas de clase, ya que las modas de clase social superior se diferencian de las de la inferior y son abandonadas en el momento en que ésta comienza a apropiarse de aquellas”. (7)

 

(7) Ídem., pp.35-36.

Posiblemente, el aficionado de moda intenta agradar a un grupo de “amigos”, normalmente rodeados de lo mundano (donde la fiesta, el sexo y el exceso siempre están presentes), y que de vez en cuando superan su propio pensamiento cuando hablar del deporte es tema de conversación, haciendo contrapeso a su escasa o inexistente vida social.

Aquellos “amigos” pueden ser o no compañeros de su escuela, de trabajo, o incluso vecinos de su cuadra, quienes pueden ser o no aficionados reales. Tratando de agradarles, simplemente ha dedicado parte de su tiempo a hablar bien de algo, pero sin tener un fin real con ello, porque no está quedando bien con el equipo, ni con el capitán, el quarterback o “la estrella”, quienes desconocen su existencia; sino con su afán de llegar a pertenecer a un pequeño, muy pequeño sector de personas, que posiblemente son un estilo de “elitistas” que no compaginan con quien no tenga el mismo pensamiento que ellos.

Es un clasismo discreto, como cuando alguien “nuevo” intenta juntarse con cierto grupo sin que ellos tengan el menor propósito de unirlo al centro del que es compuesto. Integrarlo significaría descomponer el círculo y por ello, al verse apartado, el aficionado de moda recurre a atacar a los que sabe que son aficionados reales.

Sabe que los aficionados reales pueden o no aceptar lo que él justifique; es de alguna forma “integrado”, pero con la finalidad de que se dé cuenta que no tiene una razón de ser: un aficionado real comentará al de moda que lo que dice no tiene fundamento y lo instará a investigar. Pero el ego del aficionado de moda le hará resistirse al pensar el hecho de que “ellos están mal” y que él es parte de “algo importante” (la “opinión diferente” contra la de los demás) sin serlo.

Dice el viejo dicho que “el hábito no hace al monje”. En el caso del deporte, hay gente que no alcanza a comprar los artículos originales de su equipo, recurriendo a las imitaciones baratas cuando tiene la posibilidad o, simplemente, no usan tales. El aficionado real sabe que no es necesario portar los colores todo el tiempo, ni comprar cosas caras para sentirse “parte” de un equipo: son cosas más profundas las que lo impulsan: es casi parte de una “tradición”.

La adquisición de tales artilugios es algo menor. El aficionado de moda vive en una completa obsesión por saber si hay o no artículos parecidos a los de determinado equipo que sean equiparables con el suyo. En una ocasión, el aficionado de moda, tras la emisión de cierta marca refresquera con prestigio a nivel mundial de cilindros para beber agua, grabados con los colores, símbolos, nombres y los campeonatos de determinados equipos, observó una fotografía del cilindro del equipo al que alguien es aficionado y preguntó:

–¿Hay de “mi” equipo? Aquí hay que mencionar algo curioso: el sentido de “pertenencia”. ¿Qué tanto pertenece el equipo a un aficionado? Relativamente, nada: no recibe acciones, dinero o gratificación alguna que vaya más allá del efecto placebo que causa que determinado grupo de personas con las que nos sentimos identificados, obtenga una victoria o un triunfo, pero indudablemente, ellos lo obtuvieron; no, nosotros. Sin embargo, el aficionado de moda comparte una parte que la terminología hincha hace suya:

Rara vez el hincha dice: “hoy juega mi club”. Más bien dice: “Hoy jugamos nosotros”. Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. (8)

 

(8) Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y sombra y otros escritos. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1995, p. 13.

A pesar de la supuesta “relación simbiótica” que Galeano menciona, lo cierto es que el equipo puede contar con el “apoyo” de la hinchada o no: incluso si se encuentra vetado (producto de algún zafarranchon de los fanáticos), tiene la “obligación” de jugar, pues de no hacerlo, podría o no ser sancionado o sus jugadores podrían o no ser despedidos según la política deportiva lo ordene, aunque lo preferible es, por cuestiones financieras, que haya una porra dentro de las gradas pues eso deja una derrama económica importante por partido jugado, pierda o gane el partido.

En la cuestión del porqué pregunta acerca de la existencia de los artilugios, es porque piensa adquirirlos, seguramente; y muy posiblemente pensará que el tener uno, lo pone a la par de ser un aficionado real. Seguramente piensa (aunque se desconoce si tiene más artilugios de su equipo) que entre más cosas tenga de ellos, mejor; incluso sin importar el precio.

Dice Simmel: “No aparece aquí o allá un artículo que luego se hace moda, sino al revés: se producen artículos con la intención que sean moda”. (9) Hay algunos artículos que en efecto, causan cierto furor en cuanto a que pueden ser un adorno bonito que puede usarse para adornar figuras de acción o incluso como un recuerdo; también los hay que son feos y que no tiene sentido coleccionarlos por ser de uso fútil.

 

(9) Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casimiro,Madrid, 2015, p.38.

En ambos casos, se apuesta por quienes los necesitan con ansiedad, por pensar que tal vez así van a encajar dentro de lo que es el momento. Estar “in”, estar “en onda”, estar “al día”, estar “de moda”... pero no se dan cuenta de que ello conlleva al gasto y al beneficio no para ellos, sino para quien impulsa tales artículos a través del marketing.

El aficionado real, como ya he dicho, puede comprar tal artículo, pero no por el hecho de que esté de moda, sino por considerarlo bonito, aunque no sea relevante para el mundo entero. Incluso puede no comprarlo y aun así sabe que aunque no lo tenga, es quien es y no por no tenerlo es menos aficionado que el resto.

Pero el aficionado de moda, no. Él cree que tenerlo, como ya se ha dicho, lo vuelve aficionado real; lo vuelve “Fan #1” (fan, un derivado del fanático; y número 1, es decir, “el más grande y principal de los fanáticos”); pero diferenciado del fanático, pues ese tipo de persona sabe vida, obra, detalles íntimos y sexuales y está dispuesto a todo por la prevalencia de su idea; pero el aficionado de moda, como ya se ha dicho, no sabe mucho; sólo quiere ser aceptado y llamar la atención (a costa de ponerse una “camisa” que no le pertenece) y el “más entendido y conocedor”: ¡patrañas! No conoce.

El aficionado de moda fija su atracción, como ya se ha dicho, en cuanto a lo físico o triunfal que llega a ser el objeto. Los Patriotas de Nueva Inglaterra obtuvieron la atención de ese tipo de aficionados al ganar en 2015 en el Super Bowl XLIX. Tom Brady, su quarterback, llamó la atención para determinado público por su físico.

Getty Images/AP

Es por ello que esa gente indecisa (o indiferente) decidiera volverse aficionada. Por un lado, las mujeres, se sintieron atraídas físicamente hacia él; por el otro, los hombres intentaron equipararle por un patrón de imitación. Por lo general, el público femenino es atraído por la figura del jugador principal, del quarterback, el “capitán” o “la estrella”.

Aunque no es necesario que sea totalmente así (hay mujeres que son aficionadas reales), el fenómeno de la atracción física sobre los atletas no es novedoso y ocurre en ambos sexos y en distintas disciplinas del deporte.

El más claro hecho existe cuando el público masculino centra su atención en los Juegos Olímpicos en deportes como la gimnasia artística, el nado sincronizado o en cualquier disciplina donde las mujeres luzcan su atractivo físico y, por otro lado, el público femenino mostrará su atención en deportes de contacto (que pueden ser en equipo o individuales) como la lucha grecorromana, el fútbol, los clavados y otros que muestren el atractivo para ellas.

Se trata de un asunto de sexualidad: una advocación del instinto primitivo de la especie humana que centra su atención en la necesidad de tener sexo para la conservación de la especie misma (así se refleja el deseo de ambos sexos de tener una pareja sana, de buen porte, de un atractivo vistoso y de apariencia vigorosa), y por ello, en dado momento, bajo esta perspectiva, todos nos convertiríamos en aficionados de moda.

Sin embargo, cabe aclarar que debido a la temporalidad del evento (los Juegos Olímpicos se celebran cada cuatro años), el furor es pasajero: por lo general, una vez que terminan las pruebas de determinada disciplina, el público cambia de vista y no le presta más atención a ello. Por lo tanto, si bien es parecido al aficionado de moda, su interés, no lo convierte en tal pues, el aficionado de moda insiste en pretender saber siempre de qué se trata y saca sus pasiones cuando quiere y puede, tratando de demostrar algo que no controla.

La afición de moda es tan voluble que pronto cambia de opinión: no son leales al equipo, ni a su historia, sino a la pasión del momento. Me pregunto, ¿cuántos de esos aficionados de moda, al ver, primero, las sospechas de fraude en algunos juegos, y segundo, que no accederían al Super Bowl L (o 50 con numeración arábiga) decidieron alejarse y dejar de “irle” a ese equipo por esos hechos? No lo sé, pero seguramente la moda dejó de serlo. Dice Simmel:

Tan pronto como las (clases) inferiores se la apropian y, traspasando las fronteras que la clase superior ha marcado, rompen la unidad de ésta que la moda simboliza, los círculos selectos la abandonan y buscan otra nueva que nuevamente los diferencie de la turbamulta. (10)

 

(10) Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casi miro, Madrid, 2015, p.40.

Seguramente, sus “amigos”, que de pasiones deportivas han abandonado aquella insistente forma de apoyar a aquel equipo sin comunicarle nada al aficionado de moda, lo han relegado aún peor. Pero él sigue insistiendo en lo mismo. Dice Simmel:

“El predominio que la moda adquiere en la cultura actual [...] es puramente concreción de un rasgo psicológico de nuestra propia edad” (11)

 

(11) Ídem. p. 48.

Puede ser. El aficionado de moda no quiere terminar los “gloriosos veinte” estando alejado de algún grupo afín a su pensamiento. Quiere llegar a los treinta pensando en que la moda deportiva sigue siendo la misma a pesar de los años.

Quiere sentir que su afición de moda ahora ya es madura; que ya no es un novato en las cuestiones deportivas. Sin querer, su calificativo aplica ahora, ya no en su mente, ni en su equipo, sino en sí mismo. Apelando al sentido psicológico del aficionado de moda, cree que el hablar mal de determinado equipo es cuestión, como ya se ha mencionado, de envidia.

Dice Simmel:

Cuando se envidia a un hombre o un objeto, no se es ya del todo extraño a él, se ha alcanzado cierta conexión con él. Estamos más cerca y más lejos de lo que envidiamos que de aquellas cosas cuya posesión nos es indiferente. La envidia mide, por decirlo así, nuestra distancia de la cosa, y esto implica siempre cierta lejanía con cierta proximidad. Lo indiferente, en cambio, está situado más allá de esa oposición. De tal suerte viene a integrar la envidia cierto apoderamiento ideal del objeto envidiado (como acontece con la felicidad peculiar que yace en el fondo de un amor infeliz) (12)

 

(12) Ídem. p. 51.

Para poder entender lo anterior es necesario comprender que no se envidia lo que no tiene objeto de envidiarse. El aficionado real emite su opinión conforme a lo que se conoce; no conforme a lo que es indiferente o desconocido para él. En cambio, el sentido de la envidia que pregona el aficionado de moda es equívoco y aplica directamente a él cuando menciona cosas sobre los demás equipos sin mostrarse animoso de hacer una crítica eficaz con respecto al que él apoya.

Se acerca a los demás equipos para atacarlos porque en realidad envidia su historial limpio, sus triunfos no amañados, las glorias compartidas, las leyendas aplaudidas. Quisiera, muy en el fondo de su ser, que el equipo al que es afín fuera igual; por ello desacredita a los demás: porque no lo es. Al aficionado de moda, poco o nada le interesa el pasado.

No le interesa saber si otros equipos han logrado más triunfos que el “suyo”; para él, lo que acontezca en la última década vale más que lo que aconteció en las décadas pasadas. Bajo esas perspectivas, el aficionado de moda encaja con lo dicho por Simmel:

“[...] es innegable que el frenético de la moda significa por su notoriedad, conseguida por medios puramente cuantitativos que fingen una diferencia cualitativa, un equilibrio muy original entre el impulso social y el individualizador” (13)

 

(13) Ídem. p. 53.

¿Qué es un frenético? Según la Real Academia de la Lengua Española, es aquél que está “poseído por el frenesí” o “furioso, rabioso”, mientras que “frenesí” se define como “delirio furioso” o “violenta exaltación y perturbación del ánimo”.

¿Qué argumentos utiliza el aficionado de moda cuando llega al estado del frenético?: “¿Cuántos campeonatos ha ganado tu equipo en los últimos años?” “Ya no son lo de antes, el equipo verdaderamente campeón es el mío, que ha ganado dos o tres trofeos en los últimos ocho años.” “Tu equipo es una zozobra: son perdedores, admítelo.”

Todos esos argumentos dichos con un orgullo incomprensible, en realidad reflejan sólo el dominio de la pasión sobre la razón, pues muchos equipos a los que él incluye dentro de esos argumentos son históricamente mejores. Pero al aficionado de moda le interesa lo cuantitativo del momento; no lo cualitativo.

Después de todo, se sabe pasajero, pero quiere pertenecer a un lugar en que ni él mismo sabe por qué está; son individuos que como dice Simmel “carecen de íntima independencia, menesterosos de apoyo, pero que, a la vez, por orgullo, necesitan distinguirse, despertar atención y sentirse como algo aparte. (14)

 

(14) Ídem. p. 52.

Ahora, el aficionado real, ¿está en contra del aficionado de moda de manera directa? Dice Simmel:

La anti-moda preconcebida se comporta ante las cosas lo mismo que el frenético de la moda, sólo que rigiéndose por otra categoría: mientras éste exagera cada elemento, aquél lo niega. Hasta puede ocurrir que, en círculos enteros, dentro de una amplia sociedad, llegue a ser moda el ir en contra de la moda.(15)

 

(15) Ídem. p. 55.

En la cuestión deportiva, debemos observar el comportamiento de algunos individuos que, al encontrarse con el fastidio que produce el aficionado de moda, recurren de igual forma a caer en el juego eterno de la discusión o de la burla constante.

El aficionado real pocas veces se enfrasca en la burla; simplemente justifica ante el aficionado de moda, los hechos. Pero existe el otro tipo, aquél que llega a ser, debido a su comportamiento, desmedido y grotesco (aparentando ser chusco), que molesta al aficionado de moda, con el mismo modus operandi que ese último; sólo que es peor: está totalmente en su contra e incluso llega a ser mucho más violento: es lo que denominaremos “fanficionado”.

El “fanficionado” es aquél que es extremo, en cuanto a la defensa de sus ideas, con conocimiento suficiente como para debatir de manera sana respecto al tema, pero que en su lugar recurre al humor negro y con contenido violento en cuanto a lo psicológico para irritar al aficionado de moda.

Ejemplo de ello es cuando el equipo del aficionado de moda pierde y, dentro del mundo tecnológico de las redes sociales, el fanficionado genera los llamados memes; o cuando hace una apuesta con determinado aficionado de moda, se asegura de que ésta conste de una manera humillante para el que pierda: bajo el sentido del orgullo, si él pierde, puede que cumpla; pero si él gana, humillará de principio a fin al aficionado de moda en cuestión: lo obligará a cortarse el cabello, a recorrer la distancia que mida su escuela vestido de alguna forma desagradable, todo bajo el pretexto de que “cunda el ejemplo”.

¿Puede un aficionado de moda que dice odiar a determinado equipo estar ocultando en realidad su gusto por él? A su vez, ¿eso lo convierte en un aficionado real? Dice Simmel, en el apartado de su ensayo,

“La moda como máscara”, lo siguiente: [...] usan de ella [la moda] como de una máscara. La ciega obediencia a las normas del común en todo lo que es exterior les sirve deliberadamente de medio para reservar su sensibilidad y gusto personales”. (16)

 

(16) Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casimiro,Madrid, 2015, p. 63.

A través de ello, se puede llegar a la conclusión de que puede que el aficionado de moda en realidad diga que odia, o diga que le gusta, determinada actividad, sin que eso sea cierto. Tal vez intenta transmitir una forma ruda de ser, pero sólo para guardar las apariencias, sólo para sentirse integrado, y no degradado ni discriminado.

Posiblemente poco le interese el deporte, quizá le gusta el ballet, la pintura, o la literatura; o quizá guste de otros deportes que son vistos por los estratos sociales más estereotipados, como hechos para uno, u otro género (como la gimnasia artística). En todo caso, lo intenta ocultar y dar una imagen distinta a quien es en realidad; pero para evitar, como ya he dicho, ser apartado, discriminado o que se burlen de él. En todo caso, no lo convierte en aficionado real.

Tampoco lo convierte el hecho de ocultarlo y aparentar odiarlo, aunque, como decimos en el argot popular, “llore en silencio”, por no poder apoyar al equipo (según sea el caso, claro) que tanto ama y que no puede expresarlo. Como se ha podido observar en este breve ensayo, son muchas las circunstancias que rodean al aficionado. Millones de personas en el planeta, mujeres y hombres, son aficionados.

El problema es distinguir; saber observar quién es presa de la moda y quién no lo es. Se asume la complejidad de muchos rasgos que los envuelven y de varios fenómenos que los involucran. Pero tal vez, lo más importante de este ensayo cabría en dos conclusiones: la primera, la aceptación humilde de que no se puede conocer todo en esta vida y que no vale la pena esforzarse por encajar en un mundo hostil; la segunda, aceptarse uno mismo: romper con la barrera de lo mundano y material; no seguir el juego de unos cuantos para tratar de agradar.

El hombre vive con plenitud cuando aprende a no vivir esclavo de lo convencional, sino a ser libre con su propio conocimiento, pensamiento y crítica de las cosas, sean deportivas o no.

 

Fuentes consultadas Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y sombra y otros escritos. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1995.

Simmel, Georg. La filosofía de la moda. 2ª Edición, Ed. Casimiro, Madrid, 2015.

“Cronología del escándalo de los balones desinflados de Brady y los Patriots” en, Servicios de ESPN. com http://espndeportes.espn.go.com/news/nota/_/ id/2463964/cronologia-del-escandalo-de-balones- desinflados-de-brady-y-los-patriots del 3 de septiembre de 2015 [Consultado el 27 de junio de 2016].

Sobre el autor:

Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Contacto: jojuargo@live.com

 

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