- Hugo Arturo Cardoso Vargas
En Naucalpan (no en Tacuba) está el árbol de la ‘Noche Triste’

Este es el título de un pequeño folleto publicado por el polémico y difunto cronista del Municipio de Naucalpan: Ricardo Poery Cervantes (compañero en algún tiempo de mis andanzas periodísticas) en 1984. Por las características tipográficas, edición limitada y su muy controlada distribución este documento descansó, esencialmente, en los estantes y oficinas de la burocracia local. Por lo que no se logró lo que el autor señaló como dedicatoria en la página 5: “Con sincero afecto a los niños y maestros de México, particularmente a los de Naucalpan”; agrega enseguida que “con mi admiración y respeto a los habitantes de Totoltépec (San Juan Totoltepec) sin cuya centenaria transmisión oral de sus antiguas vivencias la ‘noticia ‘sobre el verdadero árbol de la ‘Noche Triste’ no hubiera subsistido.”
Así que en este breve artículo se abordará la temática nunca discutida, nunca polémica y nunca agotada no de la existencia del árbol de la Noche Triste; sino, al contrario de la ubicación de ese referente siempre importante en la historia de la ciudad de México-Tenochtitlán.
Porque siempre se genera polémica y nunca se logra consenso en cuanto a si es la Noche Triste o la Noche Victoriosa: todo depende de quién está emitiendo su juicio y en las páginas de internet se hacen presentes distintos grupos que se acercan a ese vetusto árbol, supuestamente ubicado en Popotla.
Grupos que rinden homenaje -a través de danzas, ceremonias y otros ritos- a los protagonistas de la derrota de los invasores españoles y sus aliados indígenas en una fecha también sellada con fuego en los anales de la historia la noche del 29 al 30 de junio de 1520[1].
[1] Aunque algunas fuentes señalan que la huida de las huestes españolas y sus aliados fue del 30 de junio al 1 de julio y hasta un autor, ciertamente muy desconocido, Luis Torres (1958,171) señala esa salida en la noche del 5 al 6 de julio de 1520.
Los españoles contaban y contaban su versión de la Noche Triste mediante distintas expresiones testimoniales en cartas dirigidas al rey de España, como Hernán Cortés; Relación de Méritos y Servicios del conquistador Bernardino Vázquez de Tapia y una extensa lista de otros documentos y testimonios que se podrían clasificar en históricas, burocráticas y hasta visuales. Muchas de esas descripciones fueron producto de autores que no fueron ni siquiera testigos; sino autores que registraban esos hechos, pero con poca veracidad porque olvidaron las fuentes originales de los testigos presenciales.

Podrían incluirse más referencias de las cien o más fuentes en que se recupera este momento especialmente importante de la campaña de Hernán Cortés por conquistar la ciudad de México-Tenochtitlán, que ha sido calificada desde “la infernal carnicería de los mexicas” o “la única victoria de los caballeros águilas y los caballeros jaguares sobre las huestes invasoras”. El juicio depende de cada uno y cada quien asume las consecuencias de su juicio. Aquí sólo importa un par de fuentes: Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo.
No resulta extraño que uno de los primeros en narrar lo vivido en la noche del 30 de junio de 1520 fuera Hernán Cortés a través de su Segunda Carta dirigida al Rey Carlos V. Cortés describe la salida nocturna desde el palacio de Axayácatl en el Centro Ceremonial de Tenochtitlán en medio de enfrentamientos en las filas españolas a consecuencia del sitio que iniciaron los mexicas después de que Pedro de Alvarado ordenara la violenta muerte de gran número de indígenas, cuando celebraban una fiesta en el Templo Mayor y dos días después falleció Moctezuma (unos dicen que por los golpes que recibió de los propios mexicas y otras versiones sugieren que lo mataron los españoles al no lograr aplacar la virulencia de los sitiadores.)
En medio de distintas batallas Cortés, durante ese sitio, mostró su liderazgo militar y su capacidad para controla a los disidentes; por eso, la huida de los españoles la representa como una retirada táctica. Finalmente, Cortés hace recuento de sus pérdidas: 150 españoles, 2000 indígenas y la mayor parte del tesoro, incluido el quinto real; pero se niega a reconocer esta acción como una derrota. Existen dos argumentos centrales en la Segunda Carta de Cortés. El primero es cuando señala que:
Y con este trabajo y fatiga llevé toda la gente hasta la dicha ciudad de Tacuba, sin me matar ni herir ningún español ni indio, sino fué uno de los de caballo que iba conmigo en la rezaga; y no menos peleaban así en la delantera como por los lados, aunque la mayor fuerza era en las espaldas por do[nde] venía la gente de la gran ciudad.

Aparte de su modestia al afirmar que no tuvo ninguna muerte que lamentar en su avanzada; señala -dato importantísimo- que eran atacados por los flancos y muy especialmente por la “gente de la gran ciudad” que venía a su espalda. Esto es que entre la vanguardia a cargo de Cortés y el contingente mayor existió un espacio que fue aprovechado por los mexicas y que rompió la unidad del grupo de fugados. Así que era complicado; por no decir imposible, el permanecer en Popotla a esperar al grueso de la marcha.
Aquí Cortés habla de que en Tacuba estaba arremolinada la vanguardia en una plaza; pero el asunto a destacar es que Tacuba está más al occidente de Popotla. O sea que cuando llega a Tacuba dejó atrás Popotla y estaba ya en el centro de la ciudad tepaneca, en especial, de su centro ceremonial. Así que el célebre ahuehuete de Popotla ya no parece tan célebre para recordar la Noche Triste o la Noche Victoriosa[2]. Así que hay que repetirlo: en Tacuba no está el árbol de la ‘Noche Triste’. Entonces ¿Sí no está en Popotla ese testigo y hasta protagonista de la historia de México; en dónde está?
[2] A partir 1 de julio del 2020, las autoridades de la Ciudad de México colocaron una placa para hacer oficial este nombre que distintos grupos sociales habían empezado usar para referirse al ahuehuete de Popotla.
Bernal Díaz del Castillo, en su Capítulo CXXVIII, proporciona algunos datos:
Entre tanto volvió Cortés por la calzada con los capitanes y soldados que dicho tengo, reparamos en los patios junto a Tacuba, y ya habían venido a México, como está cerca, dando voces, y a dar mandado a Tacuba y a Escapuzalco y a Tenayuca para que nos saliesen al encuentro. Por manera que nos comenzaron a tirar vara y piedra y flecha, y con sus lanzas grandes, engastonadas en ellas de nuestras espadas que nos tomaron en este desbarate; y hacíamos algunas arremetidas, en que nos defendíamos dellos y les ofendíamos.
(Cortés:1963,99)
Una pregunta que se debería hacer cualquiera que conoce los principales referentes de los sitios señalados hasta aquí: México-Tenochtitlán, Tacuba y Popotla. El primer sitio es de donde salen los españoles y sus aliados tlaxcaltecas y se supone, por el testimonio de Cortés y de Díaz del Castillo, llegaron a Tacuba dejando atrás Popotla que es un lugar más cerca de Tacuba que de la capital del imperio mexica. Y los datos numéricos son definitivos: entre México-Tenochtitlán y Popotla existen 5700 metros y entre la capital y Tacuba son 7250 metros (Poery:1984,28).

Pero además de la cercanía de sólo 1550 metros que separan Popotla y Tacuba está Azcapotzalco que era otro centro poblacional de gran importancia, aunque no amigo ni aliado de mexicas y tepanecas tampoco era un enemigo irreconciliable. Por eso mi pregunta es sí estaba Popotla entre México-Tenochtitlán, Tacuba y Azcapotzalco y reconociendo la innegable habilidad estratégica de Hernán Cortés era un suicidio el haber tomado la decisión de acampar en un lugar tan expuesto a ser aniquilado por las fuerzas unidas de mexicas, azcapotzalcas y tepanecas. Así que la conclusión es: no, el árbol de la Noche Triste no está en Popotla.
El segundo argumento expuesto por Cortés en su segunda carta es más detallado:
Y llegado a la dicha ciudad de Tacuba hallé toda la gente remolinada en una plaza, que no sabían dónde ir, a los cuales yo di prisa que se saliesen al campo antes que se recreciese más gente en la dicha ciudad y tomasen las azoteas, porque nos harían de ellas mucho daño. Y los que llevaban la delantera dijeron que no sabían por dónde habían de salir, y yo los hice quedar en la rezaga y tomé la delantera hasta los sacar fuera de la dicha ciudad, y esperé en unas labranzas; y cuando llegó la rezaga supe que habían recibido algún daño, y que habían muerto algunos españoles e indios, y que se quedaba por el camino mucho oro perdido, lo cual los indios cogían; y allí estuve hasta que pasó toda la gente peleando con los indios, en tal manera, que los detuve para que los peones tomasen un cerro donde estaba una torr