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  • Jorge A. González

El teatro, un factor de cambio


Veracruz, Ver. Hay dos expresiones artísticas abandonadas por las instituciones en los tres niveles de gobierno. No son tan difíciles de identificar, y más en una ciudad como la nuestras: hablamos del teatro y de la literatura. Todos queremos ser actores, pero nunca vamos al teatro; muchos queremos ser escritores, pero pocos queremos leer un libro.


El teatro está en el abandono en Veracruz no por quienes escriben, actúan, digirieren, cantan y bailan. Hay tres situaciones en el quehacer teatral veracruzano:


Uno. Sobra talento, inquietudes, ideas, textos, compromiso, actores, directores, compañías y espacios independientes.


Dos. Falta de apoyo económico gubernamental. Que las autoridades tomen en serio el trabajo de los grupos locales y estatales; y facilitar los espacios que son públicos y las condiciones para la plena oferta del teatro.


Tres: El pendiente más importante, la formación de públicos que no es de la noche a la mañana. Una tarea que debe trabajarse con todo y con todos.


Hay que ser y estar conscientes de que el rezago educativo en el país -de muchos años- viene de la mano de la falta de sensibilización de las nuevas generaciones. Se está más preocupado por el sindicalismo, por las prerrogativas de los docentes, del servilismo, de los cotos de poder, y de las pugnas del poder entre Gobierno y gremio docente. La burocracia, el desinterés de las autoridades ha traído como resultado el olvido de un factor que puede cambiar las cosas en este país, o por lo menos le puede dar posibilidades de cambio.


El arte, el teatro, como cualquier otra manifestación artística, no es sólo presenciar un hecho artístico, no sólo es entretenimiento, es de gran importancia dentro de una sociedad que toma decisiones, que piensa y actúa; pero también que siente, reflexiona y toma conciencia.


Mientras el proceso electoral 2018 costará a los mexicanos más de 28 mil millones de pesos, de los cuales el Instituto Nacional Electoral (INE) tendrá una bolsa de más de 17 mil millones de pesos, usted se preguntará: en estas condiciones de la lucha por el poder quién apuesta por el teatro o cualquier expresión artística.


El pasado martes fui invitado como padrino al inicio del Primer Festival de Teatro Independiente Casonafets 2018 en la ciudad de Veracruz, que es organizado por primera vez por La Casona del Teatro y la Compañía Teatro Prof, en el marco del Día Internacional del Teatro y el Tercer Aniversario del mismo espacio teatral. En sus breves palabras de bienvenida, el organizador del evento Iván Barradas, actor y director de La Casona del Teatro habló -además de la importancia del teatro dentro de la sociedad y el valor en lo individual- de algo que me movió y conmovió hoy a escribir esta columna:


“En Veracruz durante muchos años se ha dicho que el arte es gratuito, que el artista vive del aplauso. Hemos tenido administraciones que han acostumbrado a nuestro pueblo a ir a eventos culturales en los cuales no se debe de pagar, y como artistas hemos acostumbrado a nuestro pueblo a que esto sea cierto.


“Público: no permitan que el arte muera. Público: si asistes a una función de teatro gratuita, acostúmbrate a dejarle lo que el artista merece. Actores, directores: no regalen su trabajo. Teatro Prof y todos los amigos que están y los que están indirectamente van a cubrir al cien por ciento el premio del festival (15 mil pesos), que el Ayuntamiento por razones que desconocemos; el viernes pasado decidió no otorgarlo después de mes y medio de haberlo ofrecido al final decidió cancelarlo”.


Esto nos lleva a pensar que primero es el poder por encima de la posibilidad de despertar a una sociedad dormida, aletargada, insensible, temerosa, muda, desinteresada; y lamentablemente acostumbrada ya a una pseudodemocracia, a un estado violento y a esperar “a ver qué pasa."


Y qué tiene que ver todo esto con el arte, con el teatro. Sencillo, que la prioridad para las autoridades no es el despertar ciudadano de verdad. Te dicen que votes por el mejor, por las mejores propuestas, la mejor opción, por un cambio y por un mejor país.


Pero cuando escuchas esa retahíla de palabrería barata, muchos nos preguntamos, tenemos una sociedad lo suficientemente consciente para tomar decisiones sensatas para su país y su gente. Una cosa es clara, un proceso electoral no es equiparable a un partido de fútbol donde alguien tiene que ganar y sales contento o furioso a partir del resultado, así no es como se decide el rumbo de un país.


La elección de un partido o gobernante dentro de una democracia no tendría por qué darse a partir del hartazgo, de la ignorancia, de la venganza, de las despensas, de los “moches”, de la burocracia, de la perpetuidad del poder, de la estética del candidato, del slogan o el tema promocional más llamativo.

Las decisiones de un gobierno de cualquier nivel debería darse a partir de una sociedad segura de lo que quiere, íntegra, valiente, inteligente, reflexiva, sensible, juiciosa y determinante. El conocimiento en el aula es indispensable, un oficio, una profesión nos permite todo eso; nos permite darnos cuenta de nuestro entorno y del contexto en el que vivimos y a partir de ahí tomar decisiones con mayor certeza.


Pero nos falta un factor determinante del que poco se habla: la diversidad del pensamiento a través de los libros, el mensaje de una letra en una canción, lo sublime o catártico de la música, la serenidad de las voces de un coro, la visión del pensamiento de un pintor, lo que fuimos y somos a través de la historia o la danza folclórica o la tradicional, o el susurro de una poesía.


Y qué decir de la fuerza y el poder del teatro, que nos puede hacer soñar, reír, llorar, viajar y divertir, pero también tiene ese lado social y útil: nos puede dar una bofetada para despertarnos, nos puede sacudir el razonamiento, pero sobre todo nos puede sensibilizar en momentos tan violentos y convulsos en los que vivimos hoy.


Cómo lograr este otro complemento. No será fácil. Tenemos un rezago educativo por años, y con ello un olvido terrible por las actividades artístico y culturales en la formación de los niños y jóvenes. Hay deporte, eso es bueno, nos ayuda a la competitividad y a la resistencia física del cuerpo; pero nos olvidamos de la conciencia, de la reflexión, de la sensibilidad, de la pasión, del gusto, de la Paz, de la compresión, del amor, y del pensamiento responsable. Y eso nos lo dan tres cosas: la familia, la escuela y el arte.


Nos leemos hasta la próxima.

Redes sociales: Fan Page: Jorge Glezz, Twitter: @Jorgeglezz75 e Instagram Jorgeglezz.

 

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