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  • Joaquín Balancán Aguirre

La felicidad de los perros del terremoto


A principios de año, apareció en las librerías de esta ciudad, La felicidad de los perros del terremoto el nuevo libro de Gabriel Rodríguez Liceaga, extraño interlocutor y, lo importante aquí, buen escritor.

Lo conocí por un amigo en común, mi amigo el poeta Daniel Miranda Terrés, y de inmediato noté su capacidad de ver pasar y saludar hechos anodinos o disparatados, con total normalidad.

Por ello, cuando terminé de leer la novela, no pude más que sorprenderme de la naturalidad con que la realidad con su irrealidad está presente en la historia. Si bien esa virtud la había percibido en su pequeño tomo de cuentos Canta herida, en esta novela, evidentemente por su extensión, estos personajes son más robustos y complejos.

El libro va sobre el concierto que “Biuti Full”, un reggaetonero famoso, debe realizar en un lugar inhóspito del planeta, debido a una mala pasada de los internautas que debían decidir dónde se realizaría y a la ligereza de una marca refresquera de dejar al arbitrio de los consumidores esa decisión.

Gracias a estos dos elementos: mala pasada y ligereza, podemos conocer a los personajes causantes de ello, entre los que destaca una twittera famosa, un directivo de futbol y varios publicistas de la empresa refresquera, el más importante en nuestra historia, es “Luis Pastrana”, un creativo de la compañía que lucha por crear su propia realidad.

Otro personaje presente en esta historia es la Ciudad de México, ya que sus lugares, sabores y personajes cotidianos, son descritos en su profundidad. Es decir, estamos frente a una novela de un chilango para los chilangos, la cual veo difícil que alguna lectora o lector que no resida en esta capital pueda fácilmente asimilar.

Así, “Luis Pastrana” es el personaje más acabado, por su cercanía a muchos de nosotras y nosotros, no sólo por vivir en esta ciudad, sino por sus acciones y, destaco, por su empleo y frustraciones. Me explico

Últimamente, he leído algunas novelas con personajes inconformes de la vida que llevan, pero a estos personajes, sus autores decidieron que debían quejarse desde el privilegio, juzgando esos privilegios y centrándose en el confort, las redes sociales o la televisión.

En La felicidad de los perros del terremoto no es superficial esta crítica a la realidad, ya que “Luis” es un inconforme de “abajo”, es un personaje que, como muchas y muchos, sube a un autobús de la ruta cinco para ir de Santa Fe a Tacubaya y compra su desayuno en los autos estacionados con la cajuela abierta en las calles aledañas a su trabajo.

El libro redondea esta inconformidad con lo que vive “Biuti Full”, un personaje en lo “alto de la pirámide”, pero con un problema tan mundano, que lo hace cercano: es miope y ello le impide disfrutar su fortuna y relacionarse con sus amantes y fans, es decir, es un hombre preso en sí mismo.

De esta forma, ambos personajes, no viven su vida ni se inconforman con ella, desde lo alto de un departamento en Santa Fe, mientras compran obras de arte por internet o deciden encerrarse durante un año para drogarse después de recibir una cuantiosa fortuna.

Por último, quiero señalar, que hay un personaje, o mejor dicho un nombre presente en la obra de Gabriel: “Alma”, ya que, por alguna razón, tanto en esta novela como en El siglo de las mujeres, ese nombre le ha gustado al autor, o significa algo y en ambas historias son mujeres solidarias, solas y destinadas a un papel importante en la trama.

En suma, estoy muy contento de la aparición de esta novela, refrescante en el panorama literario del país, por su irreverencia con el mundo editorial. Es una novela de un inconforme que, no puede ver campeón a su equipo de fútbol, pero que, tanto en su libro como en este hecho deportivo, nos da la lección de esperar lo mejor y de que siempre se puede ver el azul del cielo en la contaminada Ciudad de México.

 

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