15:50 Horas

Bajaba las escaleras en el metro Bellas Artes con mi hermana para tomar el tren rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos al área de abordaje dirección cuatro caminos, voltee a ver el reloj y marcaban las 15:50 horas, después miré a mi alrededor y observo a usuarios como yo esperando el tren, a dos policías manteniendo el orden, y a lado de nosotros un grupo de siete integrantes con un comportamiento sospechoso y de apariencia agresiva.
Automáticamente supuse, que ellos podrían ser los que roban los celulares dentro de los vagones, su lenguaje corporal los denotaba, dos eran mujeres con un bolso y cinco hombres con mariconeras. En ese momento le dije a mi hermana
Yo: ¿Ya viste a ese grupito? A mí se me hace que ellos son lo que roban los celulares dentro del vagón.
Mientras se lo comentaba los señalaba con mis ojos discretamente para evitar algún conflicto.
-Yo: Mejor hay que esperarnos al otro tren para ver cómo son sus movimientos. Se me hacen muy sospechosos.
Pasaron tres minutos aproximadamente cuando estaba llegando el tren, rápidamente los integrantes se dispersaron por el pasillo en parejas para abarcar una puerta cada quien. Durante la dispersión dos integrantes varones del grupo se acercaron con los dos policías para saludarse y después continuaron caminando sobre el pasillo, en seguida se me vino a la mente de que los policías eran cómplices, pero aún no quedaba comprobada su complicidad.

Cuando frenó el tren abrió sus puertas, gente salía y otros abordaban alborotadamente sin un orden, al terminar de subirse el último pasajero, los integrantes del grupo se subieron quedándose dentro de la orilla de la puerta. Todos actuaron con el mismo patrón de comportamiento, pero cada quien tomando su distancia, haciendo como si no se conocieran.
Me di cuenta de que mi juicio era asertivo, aunque no me sorprendió, que el grupo y los policías cooperarán delictivamente. Se escucha el timbre del tren para cerrar las puertas y en segundos se construye una predisposición sobre el grupo: salirse antes de que se cerrarán las puertas.
Mi mirada continuó fija esperando la futura reacción y los observo saliendo rápida y sigilosamente, y al par, se escucha en tono muy alto ¡policía! ¡policía!, espontáneamente la mayoría de las personas miraron hacia donde se escuchó el grito,y a medida que lo policías corrían al lugar de su llamado, los integrantes del grupo pudieron librarse sin levantar sospechas.
En consecuencia, se alteró el orden tensándose el ambiente con toda la carga social, pareciera alentarse el tiempo al detenerse el flujo cotidiano y constante en la movilidad interna del metro, por las pautas de comportamiento social que generaba dicha situación.
Al poco tiempo salen platicando los policías junto con dos jóvenes de apariencia universitaria, supuse que eran los afectados. Suena el timbre, se cierran las puertas y avanza el metro. Mecánicamente al avanzar el metro se vuelve a regular el comportamiento social y la noción del tiempo deja de fluir lentamente.
Al estar avanzando el tren, observé el vagón donde ocurrió el acontecimiento y ahí se encontraban a bordo los dos integrantes que habían saludado con anterioridad a los policías. Vuelvo a observar a los jóvenes víctimas y a los policías que están platicando en el pasillo, y en seguida los policías comienzan a caminar dirigiéndose cerca de las escaleras para la salida del metro y vuelven a detenerse a platicar estando ahí.
Mientras que el resto de los integrantes ya se hallaban reunidos nuevamente en espera del siguiente tren, a lado de mi hermana y yo. Volteo a ver a mi hermana y su gesticulación denotaba enojo al igual que la mía. Preferí moverme a otra zona del pasillo evitando la cercanía con ellos, sobre todo para que no sospecharan que los observábamos detenidamente, y nos colocamos a una distancia muy visible donde platicaban los policías con los jóvenes afectados.
Pasan dos minutos, llega el metro, y se suben los integrantes faltantes con la misma dinámica para robar, se cierran las puertas, pero esta vez ya no se salieron.Mi mirada regresa a la charla entre los policías y los afectados que ya se encontraban despidiéndose al estar estrechando la mano.
Al terminar, los jóvenes se dirigieron al pasillo a tomar el tren y en ese momento me les acerqué con mi hermana para preguntarles lo que les había pasado, me paré enfrente y les dije:
-¿Té quitaron tu celular?
Joven afectado: Sí, y ya hablamos con los policías-
-Eso policías son corruptos están trabajando en conjunto con los que te robaron.
Joven afectado: Que mala onda, cuando los policías llegaron en donde estábamos, le dijimos que una persona me había quitado el celular, que la revisarán. La revisaron pero no traía nada. Lo único que nos dijo es de que ya no podían hacer nada, y que solo quedaba ir al ministerio público a levantar un acta.
-Pinches corruptos ya ni en quien confiar nuestra seguridad, no dentro del metro.
Durante la conversación los policías ya se encontraban en el pasillo nuevamente, y nos voltearon a ver sobre todo a mí, mientras platicaban. Llega un tercer metro, abre sus puertas y salen otros dos policías dirigiéndose con los policías que me observaban. Los jóvenes afectados con los que estaba platicando me dicen:
-Ya tenemos que irnos, que tengas buen día.
-Sale, nos vemos, al tiro.
Estrechamos la mano y se retiraron. Volví a ver a los policías ya reunidos platicando y uno de ellos llevó su mano a la boca para cubrir lo que estaba hablando con los otros policías y así no darme cuenta, al mismo tiempo que su mirada se enfocaba sobre mí. Mi hermana se percató de ello y se asustó, por miedo a que nos hicieran algo, y me dijo:
-Ya vámonos antes de que se cierren las puertas.
Me tomó de la mano y nos metimos al vagón. Dentro de mí se generó una impotencia de no poder hacer nada, porque quienes se encargan de hacer valer la ley, la seguridad están coludidos en la corrupción y en complicidad con un grupo delictivo. Y me pregunté ¿Bajo qué argumentos puedo actuar sí, no tengo pruebas que funde y motive que los policías son cómplices? ¿Cómo podía enfrentarme contra ellos?...

Comentario: Los policías cuando terminan sus horas de servicio tienen que ir a su base para registrar su salida, sin embargo, durante el registro pasan por una revisión personal de lo que en ese momento uno porta con la finalidad de supervisar de que no cuenten con posesiones ajenas (celulares, cadenas, billeteras, etc.)
Si es así, el policía quedará arrestado y sancionado, en caso excepcional dado de baja. Si lo relacionamos con la experiencia anterior, el grupo delictivo no puede darle su pago a los policías con celulares a pesar de que se entreguen discretamente, ya que se verán ellos en problemas administrativos dentro de su institución laboral.
Por lo tanto, la manera en que se distribuyen las ganancias se da de otra manera. El grupo delictivo, después de conseguir algunos celulares se salen de las instalaciones del metro, para dirigirse a San Juan de Letrán (a cinco minutos aproximadamente del metro Bellas Artes) porque en esa zona se encuentran locales fijos dentro de las plazas que venden celulares usados y fácilmente los vendedores les compran los celulares de “contado” sin importar su procedencia. Ya teniendo el efectivo después de vender los celulares y cuando los policías terminan su turno laboral se reúnen para repartir ganancias económicas.
Y así, cuando los policías vayan a la base y tengan que ser revisados no habrá sospechas que puedan criminalizarlos, porque la cartera y su contenido no pasa por revisión. No obstante, la popularidad de vender celulares robados en San Juan de Letrán es muy conocida entre los capitalinos, al igual que la relación de corrupción de estos establecimientos con la Delegación Cuauhtémoc considerada la más corrupta de todas las delegaciones. Sin olvidar que el círculo vicioso de impunidad y corrupción continuará permeando dentro y fuera de las instalaciones del metro con ayuda de la Autoridad Pública en sus distintas funciones.