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Black Lives Matter

Moravia CC

**Foto de @fredodf

Hay poco, muy poco, casi nada, que yo (una mexicana de clase media) puedo decir acerca del racismo que se vive hacia la gente afrodescendiente. Es más, si pueden, ni me lean a mí, hay millones de relatos, historias, consejos, reclamos navegando ahora mismo la web que nos mantiene presentes.

Aunque muchas veces solo estamos abiertos y receptivos a nuestros símiles. Así que les comparto mi experiencia en la protesta Black Lives Matter de Vancouver, Canadá.

La cita fue a las cinco de la tarde del domingo 31 de mayo y se requería llevar cubrebocas y mantenerte a dos metros de distancia de los demás. Me enteré de ella porque algunos caricaturistas y deportistas vancuveritas compartieron la información en sus redes sociales.

Como buena mexicana, llegué a las 5:15.

Siendo esta ciudad canadiense tan pacífica, a comparación de mi natal D.F. (ahora C.D.M.X.), no dudé en asistir sola. He ido a muchas marchas en México y a un par, acá. Conozco protocolos de seguridad y autocuidado.

Todo transcurrió tranquilo, escuché varios discursos mientras iban llegando cada vez más contingentes (Árabes y Musulmanes vs. la brutalidad policíaca, Transfeministas Africanas, Justicia para los Pueblos Indígenas, Filipinxs x Black Lives Matter, entre otros). Todos alzando pancartas y puños en silencio.

De pronto, atrás de donde estaba yo, los neonazis también habían llegado. Cuatro hombres y una mujer, rubios todos. Su carta de presentación fue que uno de los hombres orinó una de las pancartas que estaban recargadas en un muro.

La docena de policías que estaban ahí ni se inmutó.

Un hombre del grupo Árabes y Musulmanes vs. la brutalidad policíaca salió de su contingente, corrió y le imprimió el puño en la cara al joven meón.

Tres policías se llevaron al hombre que defendió, no al que ofendió.

Foto tomada de: The Star

Me sentía fúrica, deseaba tener fuerza sobrehumana y defender la paz en la que estábamos antes. Estaba sorprendida, veía nazis de la vida real; no de películas, no de videos de internet, no de memes. Neonazis a 10 metros de distancia. Tuve miedo y me arrepentí de tenerlo, no les iba a dejar ganar. Estaba segura de que me les enfrentaría.

Y de pronto, dos mujeres afrocanadienses me sacaron de mí misma. Nos invitaron a volcar nuevamente toda nuestra atención hacia lo que realmente importa: las palabras de los ponentes. Las denuncias, reclamos y peticiones.

Salí de mi ensimismamiento, ellas tenían razón. Eso no se trataba de mí, ni se trataba de pelear con cinco personas blancas. En ese momento, muchas minorías (sic) estábamos unidas, escuchando a quienes lo necesitan ahora. Todos somos sufrimientos que han durado siglos, y estamos acostumbrados a no engancharnos con ofensas sin fundamento.

Yo fui a escuchar, a aprender y a mostrar mi solidaridad al movimiento Black Lives Matter. Ellos son quienes merecen mi atención.

Lector, lectora, olvide ya mis palabras y vaya a leer, aprender y mostrar su solidaridad con quien necesita su atención ahora.

*Moravia creció en el suburbio de Coapa, en el ya fallecido Distrito Federal; tuvo oportunidad de estudiar en Florencia, Italia; escribir en Barcelona, España; enamorarse en la alcaldía de Benito Juárez y establecer su familia en Vancouver, Canadá. Cuida de un perro pura-raza japonés y otro, hecho de pequeños retazos del ADN de razas de todo el mundo. Vive para adaptar la moda a su presupuesto, está aprendiendo de nutrición y le escribe a les mexicanes. Es feminista, directora de arte e instagrammer. Quiere que mejoren las condiciones para toda la gente y todos los animales.

 

Dirección:

Elisa Guadalupe Cuevas Landero

 

Subdirección:

Citlali Hernández Castellanos

 

Edición web:

Arturo Oscar Suro Cruz 

Colaboran en esta obra, miembros de la comunidad universitaria de la FES Acatlán y de algunas otras facultades de la UNAM; así como miembros de otras instituciones públicas nacionales y extranjeras. Los escritos son propiedad intelectual y responsabilidad de quienes los escriben y los firman.

Editorial de la revista impresa: 

innovación editorial lagares México

 

Crisol Acatlán

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