El cuerpo cósmico
- Ernesto Cayetano Sotelo Galicia
- 28 abr
- 1 Min. de lectura

I
No fue el Verbo, sino la cadera
lo que creó el mundo: dos arcos rebeldes
trazando
la primera circunferencia
—un átomo de eternidad con sabor
a saliva y polvo
de estrellas—.
II
Heisenberg mintió: sí puedes saber dónde estoy
y a qué velocidad arde mi piel cuando tus manos
—dos meteoritos con espíritu propio— desintegran
el mapa
de mis coordenadas.
III
Somos el punto donde colapsan todas las teorías: Masa sin gravedad, Luz que no viaja,
Tiempo que se olvida de ser reloj
para volverse latido.
IV
Los físicos buscan la ecuación
que una
electrones y sueños... Pero ya la inventamos: es tu columna vertebral escribiendo
en mi espalda el alfabeto
de una explosión cósmica que sólo ocurre
en la fusión de nuestros cuerpos.
V
Cuando este universo se apague, busquen
en los archivos del caos:
ahí estarán nuestros restos
—dos fotones enredados
cantando "'Time" a contraluz
como quien sabe que la eternidad fue sólo
un pretexto para perdernos
juntos
en el pliegue
de una almohada—.
Ernesto Cayetano Sotelo Galicia, poeta de las estrellas y de los sueños infinitos, en sus versos plasmó la esencia del cosmos y la fragilidad del ser. Con su pluma, trazaba constelaciones de palabras que danzaban a través del tiempo y el espacio, llevándonos a mundos insospechados donde el amor y la eternidad se entrelazan en una sinfonía celestial.
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